Procuro no interrumpir los hilos antiguos del agua,
las sendas de su memoria arcaica, más antigua que la piedra,
los pasos de la brújula de tu mirada, pero a menudo tropiezo,
caigo en las redes de mis propias trampas,
piso por donde pasaba el agua, por donde reían tus infancias
del musgo en los árboles, donde pájaros azules en las ramas.
Procuro alejarme de las riadas de tus ojos de almendras,
de las golosas uvas que insisten en los sueños, en los ateridos
versos,
pero me regresan los silencios, dulces como besos,
como gaviotas esquivando las olas, y me siento bajo el
laurel,
aunque tus pasos sean de otra parte, y me embarro en charcos
picoteados por la lluvia, buscando buscarte,
como un barquito de papel, endeble,
naufragando por esta tarde débil, astillada por el viento.
Procuro no herir las heridas del agua secándose bajo tierra,
pero me engaño al sol de las uvas, como si escribiéndote,
sentado bajo el laurel en esta tarde fría como un silencio
que no duerme
El romanticismo a veces regresa en frías, altivas olas de
alas grises



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