El verso de las palabras sencillas no sabe caminar por las grandes
avenidas,
se aturde, se tropieza,
se pierde entre tanta gente perdida demorando el regreso a la
nada,
a lo que viene luego de un temor vestido de sueño,
se procura el verso andar las calles viejas, de empedrado y
piedra,
por donde caminan en la noche los amantes del frío en los
huesos
y por el día la gente pobre llevando besos en los ojos
con los sinsabores a cuestas,
geranios en los pequeños balcones,
siempre algún perro vagabundo, huérfano, adoptado por el
barrio,
algunos gatos en los portales, brujos protectores de los
humildes hogares,
por aquí el verso, ingenuo, melancólico y solitario,
pasea por los mismos paseos que la vida se ha llevado,
se detiene mirando las bocas oscuras, húmedas, de los
zaguanes,
donde furtivos los primeros besos, los primeros roces de la
carne,
los primeros sabores hechiceros del sabor eterno.
El viento duerme. Se ha hecho de silencio el mundo



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