Poner los pies en el suelo es
retirarse a los refugios que ofrece la tristeza, donde muerde el silencio con
la frialdad del desalojo o el vacío. Ayer en la tarde, calidez de verano
nuestro, de este rincón que ensueña como fiebre, desde lo lejos te miraba, era playa
de arena dorada y tú brillabas como incendio en el agua, regresaba el recuerdo
viéndote, regresó la memoria a los sentidos, latían, sentí al deseo infinito
como descubrimiento invadirme. Me miré, sí, estaba en lo lejos, adonde me ha
traído el tiempo, pisé en el suelo, la tristeza me alejó despacio, adonde me
esperaba la nada
Es cuando el sueño se despierta, al
mirarse en el espejo del paisaje. Soy escombro entre palmeras y tarajales. Por
entre las zarzas discurren delgados hilos de agua que alimentan mis deseos del
desearte. Afuera las inclemencias del tiempo no me dejan, te amo adentro, donde
somos materia, en la escritura
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