El vino
Bajo la paciente mirada de los tiempos, la tierra y el agua, parieron la raíz. La luz la mimó, le dio el soplo. Y la raíz echó a andar, tierra adentro, aferrándose a los minerales, a la materia, creciendo, y creciendo creció hacia afuera, al aire, aferrándose al aire, respirando el aire.
Trepó, se hizo años, se hizo cepa, y se abrió en racimos, al sol, a la sombra dulce de la noche, en microclimas de sed y brumas, de brisas y olores, frente al mar. Luego, en el santuario de la bodega, con la magia del tiempo, el silencio y la penumbra, la sangre de la uva se transformó en vino, en la sangre de la vida, transformándose así en la raíz, en la sangre del verso
Quintín Alonso Méndez
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