No cesa
la voz trémula
de los rumores
estremeciendo
el silencio
el estallido
del fuego en el agua
no se posa
el vuelo del
sueño
no duerme
no ceja
en la
búsqueda de tu mar
bajo lluvia
de gimientes
hogueras
será así
siempre
deseándote
íntegro
en lo
desolado
hasta que se
me cierren los ojos
y tú los
beses
abriéndolos
Se hace oscuro,
los días no tienen luz,
las noches silenciosas como olvidos
reptan por las sombras de un sueño.
La brisa es fría como el vacío,
deambulo por donde el agua está seca,
a veces me detengo y miro el espacio
vacío
en el viejo banco de la espera.
Perdido y a oscuras sin tus ojos.
Me queda el verso, donde te miro y te
veo,
y donde besarte adquiere la dulzura
del beso
Es verte. El prodigio es verte,
la savia de mis sentidos.
La nada, el alboroto, los ruidos,
los silencios,
el vacío de las calles vacías aunque
llenas de gente,
todo este todo ausente, errático,
es el no verte,
la sequedad misma
Amanece fluyendo luz venida del
anhelo
Ahora camino andando secuelas,
pisando cristales rotos, cenizas,
hierbas secas vencidas por las
serenadas esteparias de las noches,
por el sol entristecido de los años,
las flores y el agua detrás de las
verjas,
donde niños, juegos, risas, pájaros,
árboles,
perros, gatos, el verde bien cuidado.
El camino es duro, lleno de piedras,
algún matojo seco,
hasta aquí llega el sabor del salitre,
la voz llamadora del mar, de las
nostalgias
Entré en tu mirada,
llegué al origen del universo
Por el camino te vas dejando pedazos
de ti,
lo disimulas, haciéndote creer que
vas alimentándote,
que te desprendes de lo innecesario mientras
te disminuyes
y así creces, enflaquecido, te
acercas al cielo, rozas el vacío,
apenas cuerpo, apenas nada,
apenas si la sensación de irte
sin haber estado
Entré en tu mirada,
llegué al origen del universo
y dejo que el verso resbale, se deslice
por la lisura
de las calideces desnudas,
frutas de salitre invaden la
transparencia azul del aire
en rumor de marea con oleaje de espuma,
abundantes perlas blancas desperdigándose
entre las rocas,
el sabor de tu esencia me envuelve,
sabor de tu piel, de tus labios húmedos,
me dice la somnolencia de la tarde
que resbala, se desliza
por la playa de los sueños dorados,
me regala sus palabras. Tienen la materia
de mi soñarte
En la madrugada me despierta el rumor
de soñarte,
le digo al mar tu nombre,
se abre en azul flor de agua
y ante tus ojos donde la magia se
habita
me siento a escribirte
esta interminable carta de amor
Porque interminables las soledades
que camino contigo,
arañándole espacios a los rayos de
sol bajo el laurel,
sintiendo la sonrisa de tus ojos
meciendo en brisa las hojas,
esa brisa cálida con nostalgias de lo
nunca tenido,
de mi boca estriada por la sed en tus
labios de agua
con heridas de atardeceres
sonrosados, de carnales flores.
Fui nada, ahora soy lo que me queda.
Amarte para que me acompañes por las
soledades,
desconocedoras de las lluvias frutales
de tus selvas aladas,
con vuelos que desde la infancia me
parecieron tan lejanas
suavidades de sutiles colores rozadas
por el salitre invocan tu nombre,
acuosa la carnalidad exquisita de tu
presencia tendida como horizonte.
Para caminar te pienso, para soñar te
sueño, para escribir me acerco a tus ojos
mirando el sedoso lienzo del mar
desnudo, sintiendo terciopelo el roce de la brisa
como pétalos de tu piel, piel de mis
sueños ateridos.
Camino pisando soledades,
contemplando las flores, aromas de tu cuerpo,
¡ah, las rosas, en las que se
desangran mis versos y palpo tus ausencias!
