Escriturasfugaces
Jamás le daré mi
soledad a nadie
el espacio de mi
soledad
es soledad cultivada
con el tesón de la
rueda
en la fragua de los
miedos
la sordera me viene de
los golpes sordos y secos
de las puertas al
cerrarse
ninguna volvió a
abrirse
solo abatidas por los
temporales en las madrugadas
la ceguera me la
produjo el resplandor bello de las mentiras
me cortaron las manos
los afilados vientos
de los santuarios
desnudos
la voz le pertenece al
silencio
y se fue el olor dulce
de las flores
desde que la brisa
camina en la dirección contraria
me queda me queda la
soledad
que jamás se la daré a nadie
en la boca me anida el
sabor azulenco de las cenizas
Quintín Alonso Méndez
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