Desde el vértigo del sueño dulce,
en el que soñaba soñándote,
me llama la madrugada
a verte despertar.
Desnudez de los sentidos
que en el verso latiendo
es tu desnuda trémula piel
abriéndose al latido.
Rumorea mar estremecido,
me estremezco
En la serena calma que viene de la lluvia,
donde tímida se oculta la voz que te busca,
los liberados sentidos palpitan,
mar se abre a la costa,
tierna dureza mineral,
desgarro de gaviotas
en gemido del agua con la luz,
íntima oscuridad del sol
vertiéndose lava en las rocas.
Estremecido rumor
estremece los arenales del deseo,
en lo lejos
rumorea tu nombre
el rumoroso silencio
que en rumores del ansia me envuelve
No sé conjugar el irreflexivo verbo querer,
pero me conozco cada rama del verbo amar,
sus inclinaciones, el cobijo verdeado de cada hoja,
sus soledades de otoño, su rugosa textura de árbol.
Entonces,
cuando el atardecer se abriga los desprevenidos hombros
desnudos
y entra en casa cobijándose en abrazo, muralla contra el
frío,
como si en el rincón de la penumbra se prendiera lumbre
en artilugios de la débil luz con las sombras,
pienso en ti.
Como si la tristeza no quisiera doler, cortinaje delicado
aleja la frialdad de la ventana, crea ondas cálidas en la
quietud
y una ternura habitada roza la vejez de mis manos,
me lleva a la escritura, como si escribirte me viviera
Y muchas veces no escribo el clima del paisaje, sus
atmósferas, sus particularidades,
sus honduras desheredadas, sus alturas a ras de yerba
con sus ínfulas de sensaciones y colores atribuidos al pasado;
no escribo la rotura de la carne, dejo que se me haga el
vacío como un suicidio,
un desconocimiento, un no saber ciego de lo que ácido y
luminoso ya sabía;
en esas veces -en este ahora puedes contarla como una de las
muchas ellas-
impido que lo oscuro se apodere de sus territorios naturales,
dejo con su silencio a la luz, que se esparza en racimos de
bosques y besos frutales.
Entonces me vengo adentro, adonde el frío alumbra y la
penumbra es mansa,
escribo lo que no se entiende, la dulzura de la tristeza, como
si un gesto de voz dulce
con lágrimas rodara por el aire -oigo el susurro antiguo,
¡tan inocente!, de la marea-,
la delicadeza con que los puñales se convierten en pétalos
que atraviesan y rasgan
los labios de un sueño, de cualquier sueño -nocivo y hereditario
es todo vuelo-,
escribo esta sutil estancia de no estar en ninguna parte
estando aquí, al pairo,
hasta donde lejanamente llega, pero llega, el arco del júbilo
de lo que quiere vivir,
sensuales voces lejanas desde detrás de las montañas hechas
gruesas nubes,
dentro de la atlántica muralla del horizonte
Quiero la impúdica,
material,
exquisita desnudez del deseo,
su cuerpo, su néctar, su esencia,
destilándose en mí conmigo
con todas las preposiciones,
con todos los temblores,
con todos los gemidos.
Quiero
todas tus lunas, todos tus soles,
tus abejas, tus resbaladizas caderas de miel,
los bosques de tus mundos,
tus labios, tus sabores,
tus lluvias, tus océanos,
tus carnales profundidades.
Quiero,
no a ti,
a ti no te quiero,
quiero impúdica,
material,
exquisita, la morbosa desnudez de tus sentidos
jorge garcía
Viaje interminable 074
Ruge mar contra
los acantilados,
su procelosa
lengua entre las rocas
lame los
naufragios
El tiempo se
acorta
como la
anchura de un camino largo,
al final
solo se vislumbra un difuso punto oscuro
envuelto en
neblina de horarios.
Ni a la vida
ni a mí nunca nos atrajo acercarnos
al
silencioso vértigo de esa boca profunda,
pero ahí
permanece, inmutable,
como si
paciente destino esperara.
Para no caer
en la tentación de la curiosidad
porque la
ignorancia empuja,
siempre
resultó saludable y satisfactorio
saborear
cada paso del camino que cercano nos envuelve,
acortando la
mirada que lentamente se desvanece,
¡ah, gotas
del tiempo destilándose
por la
lujuria de los sentidos alejándose!
Cae lluvia
para los huesos de los sentidos,
abriéndose en florecer húmedo el renacimiento,
como si carnal fuera el pulso del tiempo.
Cae lluvia
en descendente vuelo de pájaros de agua.
Se deshoja en pétalos que me recuerdan
a la piel de los besos.
Pienso en ti,
en el imaginado
desnudo rumor de tu cuerpo
abriéndose al incendio
Dale un tiempo al tiempo,
un tiempecito más que sea,
de placidez y calideces,
deja que baje la lluvia y se pose en la tierra,
deja que el verde madure expuesto al oro del sol,
que hebras del trigo verdeen el deseo adolescente
deja te resbalen por el rostro
y hebra a hebra te desnuden en temblores,
deja que lentamente la mirada de los ojos se vierta
así mirándote
como miel por las resbaladizas carnes de mi ansia