Escriturasfugaces
Mientras escribía, --trazaba
pardelas con cada palabra
y pintaba el arco de la
solemne mentira de cada instante,
era con la tinta que
surge de las heridas más calladas--,
pasó un silencio por la
noche.
La mirada fija de la
lechuza rompe ese silencio,
como si las sábanas
escritas de las palabras se agrietaran.
Es el latido de la
penumbra, que tiene pasos y camina,
busca plazas con sol,
gajos de naranjas en los labios.
Adiós barquitos de
papel, les decía a las palomas desde la azotea.
Adiós les digo a los
barcos que pasan por la noche como palomas.
Es tiempo detenido
atado firme al anclaje de las horas sin rumbo.
Hasta el alba, ese súbito
debilitarse de lo oscuro, esa agonía de la luz
que viene de lejos, de
la raíz de las cosas que no tienen historia.
Nadie sabe más del peso
de la nada que el verso destinado
al camino solitario.
Así son estos versos, caminando al olvido
Quintín Alonso Méndez
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