El último sueño de un viejo
Entre el vuelo y el derrumbe hay un instante
que se quiebra frágil bajo el peso de los días, y cada día es una distancia que
se aleja y aleja los latidos del instante
Al mismo tiempo que la
mudez y el vuelo, es el derrumbe
el derrumbe
Aún
habrá un instante, después del instante, en que parecerá flotar el instante,
incrédulo o aún con la sangre caliente y líquida como un río deslizándose pendiente
abajo, y como si fuese ajeno el lívido el verdadero el último chasquido. Pero instante
que se quedará en la escritura hasta la última letra de la última palabra que
escriba. Como una fotografía. Envejecerá la fotografía, el mundo, la impresión
de que todo se aleja y se pierde en la borrosidad del tiempo, pero no la
historia, esta historia, que permanecerá impasible en la escritura, aunque se
hunda en el origen, en la mudez. ¿Llegará a ser vista o leída por alguien? Qué
importa eso. Será el derrumbe pero será mi silencio, desde donde se eleva
hermoso material y sobrenatural tu vuelo. Será todo como ha de ser. Implacable
será el devenir del derrumbamiento. No volveré a saber de ti, pero los pájaros,
la libélula, la noche infinita, la luz de los mediodías, la lechuza, los
grillos, el viento y la lluvia, me traerán noticias. Pondré mis dedos en tus
sienes cuando te duela un dolor, seré más oscuro silencio apartado cuando el
corazón te brille, hagas brillar el aire que te rodee, y toda tú luminosa palpites
de vida, dándole brillo al mundo que te rodee y te comparta. Caminaré a tu lado
sin que lo sepas ni lo sientas, sin caminar ninguno de tus caminos, sin invadir
tus posesiones, tus risas, tus lágrimas, tus vivencias, sin importunar siquiera
la más pequeña de tus alegrías de hogares y convivencias, el sonido pajaril de
tu risa. El loco ya no se escapará a llamarte en pleno temporal de invierno en
las madrugadas. No tenías por qué saberlo, pero el loco dejó de vivir, en pleno
vuelo. Se lanzó al abismo. No volverá a asustarte. Yo, tampoco. No usurparé su
lugar, no sabría, aparte de que no dejará de visitarme en mis noches en blanco,
se sentará a mi lado y se pondrá a hablar solo, a comentar jocoso mi forma
pobre y ridícula de escribir, de comportarme, lo conozco bien, pero no me
sacará una palabra, no conseguirá que me revuelva y rompa mi promesa, aunque
dejaré que venga a visitarme, me traerá recuerdos, y será triste pero
conmovedora, lo sé y lo sabes, su forma insólitamente humana de recordarte, y
eso sí conseguirá, sacarme las lágrimas. Nos seguiremos acompañando aunque los
dos estemos muertos.
Quintín Alonso Méndez
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