La Prosa (52)
quintín alonso méndez
Evita adentrarse en la ciudad, evita
dirigirse al centro porque solo admiten alquilar habitaciones con perros en los
lugares pobres; los dos mejores lugares que conoce para conseguir información
son los bares y las iglesias; por principios, elige un bar, y en este caso un
bar que no haga esquina porque suelen ser gente de paso. Perro, vigilante, se
queda a la puerta (lo ve a través de la cristalera). Después de una cuarta de
vino y de pagar varias consumiciones a dos tipos del barrio, y entrando en la
conversación el camarero, logra que uno de ellos salga con él a la acera y le
indique: es una casa con un amplio patio interior: alquilan habitaciones. El
dueño o el encargado, calvo y flaco y desdentado y amable le indica una pequeña
habitación que da al patio, la ve correcta, aparentemente limpia. A Perro y a
él les vale para una o dos noches. Paga por adelantado. Luego salen a dar una
vuelta por los alrededores, es pobreza tranquila, trabajadora, la podredumbre –la
bien vestida-- está más hacia el centro. Encuentra una especie de caseta de
madera donde sirven de comer, con un par de mesas al aire libre, en una de
ellas hay una pareja joven, eso le da confianza, congenian con Perro. Aceptable
el vino y aceptable la carne, agradable la conversación con la pareja (la
suerte de que están enamorados); de regreso a la habitación sin prisas;
habitación algo fría, pero Hombre y Perro se acompañan, se amortigua el frío, y
al menos a descansar los huesos y los pensamientos, piensa en la desnudez de la
mujer del bar –«la mujer del jugador de dominó», le gusta decirse--, en el
calor de su cuerpo; se duermen a la luz de una vela, y mañana al centro de la
ciudad, porque para ser clandestino hay que aparentar lo contrario, aparecer de
vez en cuando por el Banco (darle solo la importancia justa al esclavo dinero),
comprobar que las cosas están en orden –le roban su dinero despacio, a
cuentagotas, se puede soportar--, y sacar algo para continuar el viaje. A cada rato se
despierta, sonríe viendo a Perro, dulcemente durmiendo
No hay comentarios:
Publicar un comentario