Canto Último
Canto LXXXI
Me enamora tu existencia, las concavidades planetarias de tus
formas. Los parrales de los párpados, bajo los que se refugian mis silencios,
los que palpan mis labios al atravesar el aire. Delgadas y carnosas veredas
como arcos resbalan perdiéndose en el redondeado vértigo de ánfora de las uvas,
así la brisa sobre las aguas. El cristal de lo invisible, separa. Pero es
cristal, ahí la flecha se detiene y regresa a la cóncava curva del origen.
Desde donde te miro. El día se abre, cuerpo azul, desnuda la mar, envuelta en
la húmeda y resbaladiza desnudez de la luz. El salitre enreda al musgo con las
musicales ondas de la marea que arrullan la orilla. Inconmensurable olor a ti,
a la magia de ti, que dibuja la curvatura del todo. Se eleva la silueta del
deseo preso en su libertad. En el altar de la entrega, desde los pies
descalzos, que rozan la caricia en la arena, tensando la curva y delicada
cuerda que une la raíz a la materia, hasta la cabellera de fuego atada al
viento, ascienden, lujuriosos, por las concavidades planetarias de tus formas,
todos mis cantos. Invisibles. Impalpables. Como cantos de pájaros. Como el roce
de la seda con los recuerdos. Del silencio con los anhelos. Tengo motivos para
buscarte. Infinitos motivos para solo buscarte. Y cada madrugada, desnudo bajo
la bóveda de la infinita nada, volveré a vivir para volver a buscarte. Desde
aquí, desde mis palabras disecadas en la escritura, que náufragas intentan no
ahogarse, enredándose en las algas de tus costas, diciéndotelo con la voz
callada del enamorado. Me enamora tu
existencia
quintín alonso méndez
A mi también me enamora tu existencia.
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