Canto Último
Canto LXXXIV
Hola, ¿qué te dice la noche de mí sin mí?, ¿qué sábana
tendida es la del olvido?, ¿cabe algún
pensamiento inadvertido por las rendijas de una palabra, alguna fugaz brisa
como venida del mar? El silencio me llega falsamente olvidadizo, borrosos
aquellos momentos menudos, deshilvanados, apenas si sombras pálidas, remotas,
metidas en la niebla calimosa. Oscuro el mar, melancólico, como el adiós de un
algo presentido. Por aquí, por las noches, por los hilos del salitre, de los
sinsabores, adoloridos, se pasean todos los silencios, metidos en los ciclos de
la marea. Los sentimientos callan. La realidad es mordaza. Como piel de
serpiente resbalan los sentidos por la humedad de la noche. Escucho. Es tu voz,
que me desnuda con los dedos y los labios de la tristeza, con los gestos sedosos
de la búsqueda, ¡ay, los susurros de la nostalgia salen del mar!, me cubren la
soledad. En tu mirada habita el Universo. Cuando oigas la palabra mar, piénsame.
Me endulza los dolores el saberme en tus mares, invisible, impalpable, en esa
indefinida ola tendida sobre las grises aguas azules. ¿Qué te dice la caracola de
los murmullos, el chapoteo de los charcos que el musgo balancea,
adormeciéndolos en vaivenes de nostalgias?, ¿qué te dice el horario sinuoso que
desciende al anochecer? Se oyen los latidos de la quietud que con su carnosa
lengua acariciante lame la orilla, deshojándola. La brisa tiene cantos de tu
boca. Beso recuerdos, deseos de futuros. Eres el paisaje de mi espacio, navegas
por mis tiempos. La noche me dice que vaya a por ti
quintín alonso méndez
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