Fotografía: Jorge García del Pino
La piel del verso
Inventé el amor y lo invento
para darle sentido a lo que duele
en cada punzada del dolor lo invento
como la sed inventa el paisaje del
agua
el verso la piel del aire
para que cuando el dolor no duela
entonces irme al bosque de las hadas
y saber entonces saberme y saberte
nada más verle el gesto de alas
grises a esa mirada
al curvo artificio de las ramas
que camina con alas y mueve sus manos
estremeciendo la yerba
del más verde tallo del aire
de la más tierna pero ahondada
distancia
saberme entonces que el dolor vuelve
con la inédita insistencia del
regreso
ese mismo dolor que no quiere irse
aunque se fuera
la vida tiene grietas donde habitan
los recuerdos
rozo la corteza de los árboles y le
pongo ciudades a los olvidos
le fabrico una catedral de siglos
al más antiguo origen que escarba
inclemente
pongo las flores de tus veredas
hablo con la misma paloma con la que
hablaba de niño
entonces ya sabes lo que hago
lo sabes de antes del nunca
innegociable
me alejo despacio
después de decirte que he venido y
que has venido
a que te diga que te quiero
cuida de esas flores de ese musgo más
íntimo
que en lo más abajo del árbol
en lo más abajo verdeando la humedad
te dicen que alguna vez yo quise
estar
desperdigado por tus cielos
como el polen de las mariposas que se
enamoran
y se quedan como piel
de la piel de las rosas
desvanecida carne de los silencios
quizás mañana nos encontremos en el
mismo puente
con barandas de lo que no se recuerda
no te diré nada
tampoco buscaré el motivo de la
muerte en tus ojos
pero los dos estaremos mirando cómo
se aleja la tarde
buscando la noche que discurre por la
atarjea de los adioses
a ambos lados del puente
la niebla nos espera
pero no te olvides no te olvides
de cuidar las flores de tus veredas
que erguidas vivan satisfechas
cuando estén muertas
tráelas al cementerio de mis palabras
en el lecho eterno del amor las
espero
Quintín Alonso Méndez
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