El último sueño de un viejo
espacio cero
¡Ah, el azul de la
tarde!, ¡ah, la soledad!
En lo
audible estará lo nunca oído, y que al ir a ser oído será el más absoluto
silencio dentro de la caja de la luz más ciega, del resplandor más ciego, en la más
perfecta ausencia, en el silencio más íntimo, más desprendido, solo en la soledad contigo y en la
oscuridad la luz de tu esencia. Es cuando dejaré de oír, aun escuchando las
sensibles y sensibleras derrotas de un mundo que ya no será el mundo, a la
deriva el mundo, al carajo el mundo, mi mundo. Si yo fuese dios, renegaría de
dios, insoportable en la concha de su vacío, pero más insoportable en su obsesiva pretensión
de ser dios, más allá de todo, perfecto, intachable, dios de los pagadores de
impuestos, nunca redimidas las culpas, nunca pagadas, ¡ah, los salvadores de dios,
dichosos esclavos!, ¡ah, bendita vida que veo pasar a diario y que no viví ni
viviré! Y las lágrimas son porque una ternura es una ternura, escribiré en el bar de la atalaya.
Claro que hablaba y
hablaré con el perenquén, hasta que decida irse, o más bien, antes de que termine
de medirme, me devore, me trague, ¿con quién, si no, iba a hablar?
También oirás la voz
espesa y gruesa de un viejo, voz borracha. Lo oirás sin verlo y sin verle la voz, metida la voz
borracha oliendo a meados, y metida tú en la noche, en la recóndita noche, en un oscuro callejón, sentirás latidos
extraños pero reconocibles, oirás, a medias tintas, sus palabras estropajosas,
pero sentirás que te está cantando a ti, pobre viejo borracho y sin oído, tambaleante,
atravesado por incontables heridas de muerte, flojas las piernas, hinchadas de
tanino, balbuceante la canción, desperezándola, desperezando la pereza, ah, mórbida
pereza, seguramente tragándomela, cuchillos en fuego hirviente, un verdadero
desastre.
A cada paso que dé, más
será lo inmóvil. Más espacio sin espacios. Oh, sueño, fatídico sueño último
sueño redentor aniquilador sueño. No sabré medir el tiempo, las medidas del
tiempo, dejaré de saber en qué tiempo estoy a cuánta distancia del inalcanzable origen, ya
olvidado de lo lejano, a cuánta del término. No sabré medir el espacio sin
espacios, barridos los espacios, llevados al insignificante espacio que pueda
haber en un instante vacío, oscuramente vacío. Pensaré en aquella tu sonrisa
que ya no veré, hecha con pinceles, con gestos de pájaros. Inexorable, la rueda
del tiempo seguirá triturando las cada vez más débiles imágenes, irá
desapareciendo el paisaje, pálida niebla adentrándose en la oscuridad de lo más
recóndito, vaciándose la memoria. ¿Tendré sueños contigo?
Quintín Alonso Méndez
Por ti me duele el alma, el corazón y el SOMBRERO...
ResponderEliminarSi , cuando él despierte.
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