El último sueño de un viejo
Entonces, de golpe, será.
Flecha y viento, frío viento, envarada flecha, origen y destino, roce sajando
el aire y herida, arco y curvada recta, estela transparente de lo que solamente
se intuye, silbido de lo que pasa, silenciosa la flecha que penetra y mata,
perfecta, solo gemido, solo aire último expulsado, un nombre envuelto en sangrados
pañuelos de seda, hola y adiós, de golpe será el adiós del hola, entonces tiempo
sin espacio para el tiempo, espacio sin tiempo para el espacio, será entonces, viendo
a los dos chiquillos jugando en la explanada con espadas de madera, espigas del
sol, con fulgores, adiestrándose y midiéndose, dentro de la mirada, y mientras,
los padres ahí, y ahí estarán, tan entretenidos con sus asuntos, sabios, míralos a ellos, así, ya sin necesidad
de entrelazar las manos, seguros y triunfadores, con sus sonrisitas lánguidas, cómplices
y acomodados, hablando de sus cosas, de las de ninguno de los dos, de las
individuales, separadas, aceptadas, cómodas, de cuando el individuo padre niño armaba
el arma, el arco de una rama de tarajal, de una furtiva cama de hotel, despojados
del cansancio de los días planos, no momentáneos, no sorprendentes, ahí la madre
y ahí el supuesto padre, en la mesa de al lado, o será justo detrás de mí, y
por eso los oiré más claramente, o tan lejanos que si cerrara los ojos y dejara
que todo fluyera, llegaría a sentir que son reales, pues así, me ocurrirá así, de
golpe, viendo jugar a los dos hermanos, empezando a medirse, a tantearse, a
desafiarse, de golpe me ocurrirá, con un dolor triste o una tristeza dolorosa,
herida de muerte, con lágrimas o sin lágrimas, no lo sabré, viendo a las dos
alpispas picoteando en el suelo junto con las palomas, así de golpe me vendrá a
los recuerdos el recuerdo de mis tres hijos, golpes de violines rotos con las
cuerdas rotas en la alevosa noche, flores rotas.
Mi primer hijo:
__Si de algo me alegro es
de no haber tenido un hijo tuyo.
Unos meses después, cosas
del paisaje o de los buenos consejos de los amantes:
__No es verdad lo que te
dije, sí me habría gustado tener un hijo tuyo.
Mi segundo hijo:
__¿Quedarme embarazada de
ti, a estas alturas?, abortaría sin dudarlo. Ni me lo pensaría.
En la correntía del mismo
tiempo me hablas de tu relación paralela con ese hombre, ese hombre oscuro como
el azul más azul del África más negra, hermoso como un dios:
__Si me hubiese quedado
preñada de él, y supiese que iba a ser niña, la habría tenido, sin dudarlo.
Mi tercer hijo, mi
primera hija:
__Es que ni que estuviera
loca, ¡qué va, qué va! –y tu melena abierta, desplegada salvaje y libre en el
paisaje azul más azul, como una muralla cerrándome el paso--, ¿quedarme embarazada?,
ni me lo pensaría, ¡vamos, sin dudarlo, ni que estuviera loca! Abortaría.
Apenas unos días
después…:
__Lo que sí tengo claro
es que no me moriré sin oír antes de la boca de la mirada de la sonrisa de una
niña, un «hola, mamá».
Quintín Alonso Méndez
B ello.
ResponderEliminarYerma
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