De «Las cuerdas del violín»
MI POESÍA
Mi poesía
está por encima de los acantilados y sus brumas alzadas,
y tan abajo
que ni las raíces, en su hundimiento de oscuridades, llegan,
entremedias
juega a descalabrarse con los colores,
así se
pierde, se despeña por los riscos de las soledades,
tálamos de
helechos para los ebrios acordes,
cuerdas de
violines rozadas por el arco de las abejas,
es la media
tarde.
Bien lo sabe
el águila, destrozadora de mis versos,
así se
produce el viento entre celajes, herida seca y fría,
y bien lo
saben las mórbidas lombrices más ciegas,
que de mis
versos se alimentan palpando la carne,
entremedias se
los beben como néctar las alas de la muerte,
es la noche
más hambrienta.
Es el prístino
destino imperturbable de mis poemas,
alimento insano
pero único de los enviados al destierro,
ya sea inmóvil
aéreo o subterráneo
o
entremedias ahogándose deshonestos en los océanos.
De algo
habrá valido mi terca estancia ignorada
en estas
tierras en estos mares en estos aires.
Lo sabe el
pájaro,
al que le
abrí la jaula para que fuera asesinado,
un
cernícalo, el manotazo certero de un gato,
la estúpida
miseria del ser humano.
Lo sabe la
humedad más lóbrega,
lo sabe
porque húmeda es la madre de la tristeza,
húmeda de
tan oscura enferma
la noche más
solitaria.
Mi poesía no
me pertenece, no la reconozco,
es otra
trampa de los huéspedes del alma
que roen y
roen y trituran hasta que el racimo cae,
desparramándose
las uvas,
vino
malnacido que nunca será,
manchas en
las pencas que quisieron ser versos,
el tinte
rojo de los labios que no besé,
la
cochinilla que se posa en los labios,
que quiere
escribir, morder la boca misma,
esa boca
inexistente
como
inexistencia voluntaria es la poesía
cuerpo sin
materia
agujero
negro que se tragó la luz
mala sombra
condenada a no vivir
para así
tampoco morir y errar moribunda,
¡ah, mi
poesía, mala noche interminable!,
es la mañana
que no amanece
Quintín Alonso Méndez
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