El último sueño de un viejo
Tiro con cuidado del hilo
de algodón del tampón, mirándonos, tiro tensando el hilo, buscando el ángulo perfecto
que forman las abejas con el sol, la humedad de tu mirada me aturde, hace más
desnuda tu desnudez, la hace más desprotegida pero más libre, y me hace ser
niño, enamorado niño, quizás por primera y única vez, y sueño, y entonces
sueño, dejo que la mente se desparrame ilusa y vea que el futuro eres tú y
contigo, y veo aquél verso, «al camino le pongo tu nombre para caminarlo
contigo», y veo el fuerte oleaje sin olas que viene del horizonte, con devastadores
vientos del norte, pero sueño, no me importa que este sueño nazca, pretenda
vivir, y termine ahorcándose del árbol de las mutilaciones.
__Te vas a manchar…
Y entonces tu sexo
liberado, sin la prisión de la sequedad que lo oprime, y mi boca se derrumba,
desciende resbalándose por tus acantilados alisados por la serenada, se me
oscurece la voz por el deseo, se hace caverna, indescifrables los latidos de
los helechos en la humedad más íntima, recibo y retengo tu olor originario, el
olor de tu raíz más raíz. Lamo y bebo de tu sangre, olor y sabor que ya están y
se quedan para siempre en mi sangre, en mi respiración y en mi aliento. Lamo y
bebo tus gemidos, lamo y bebo y me hundo en ti y ahí me quedo.
__No hagas eso…
Bebo tu sangre hija de la
sangre de la tierra, la muerdo, la mastico, tallos del hinojo más verde que se
desangran, lamo la negrura de tu sangre, lamo y bebo tus lavas líquidas y
espesas, el dolor y el placer entrelazados, y como la liana del cordón
umbilical, salva lo que se corta, salva el abismo, lo que mata, y siento cómo
te deshaces en mi boca, deslavazándote, encendido el fuego de la lava, la
placidez de la lujuria, siento cómo, en oleadas, tu sabor más sabor, más carnal
de hembra, entra en mí, me invade, me conquista, nutre este instante, me
alimenta para el resto de los días. Alimento torturador será, mortificante,
pero el apacible y tranquilo, aunque triste, aliviador de la espera al
definitivo viaje. Ahora, en este instante de la locura o de la escritura, puedo
irme al futuro, y regresar, y decirte que en el derrumbe la tristeza de
recordarte será el único alivio que tenga mi vida muriéndose.
__No pares…
Gime la tierra, gime el
dolor de la tierra, gime tu boca, se desgarran tus palabras, me estremeces más,
me excitas más, me anulo más. Gime agrietándose la escritura ante la sequedad
del papel que se cuartea ante la sequedad de la más seca sed. Antes nombraba y
citaba pensamientos, párrafos, frases, versos, de otros autores, que hubiese
querido míos, ahora, en el vuelo, ¡ay, instante de vuelo fugaz, ay, instante
eterno, que apenas llegas, me rozas, y ya te vas!, no lo hago, no es moderno,
sabe a rancio, a panfleto, a pobreza vestida de penosa riqueza, a vestiduras
robadas, a baratijas adornando el cuello desnudo del cisne, volveré a
nombrarlos y citarlos en el derrumbe porque ya entonces no importará y será
como un leve soplo de brisa sobre mis llagas supurentas, en la irremediable y
más pura más pobre decadencia. Aquí me limito a decir que alguien que escribió
sabiamente, una vez dijo que la estupidez siempre insiste. Lo creí. De ello
hice mi religión. Ridículo, insistí. En el instante ya había desistido, o no, cómo
puedo saberlo, pero insistí terco víctima orgulloso en que quería el derrumbe
antes que una concertada amistad burguesa con no sé qué tipo de recompensas o
migajas banales, lastimosas, climáticas. Insistí en la permanencia, en la
estupidez del instante mientras me derrumbaba, y aunque malamente, aquí en la escritura
están las pruebas, escribimos con las uñas en la corteza de la desnudez «vamos
a cambiar el mundo», ¡tan insensata la ignorancia!, y a duras penas, nació el
instante, lo inventamos, lo creamos, lo eternizamos, lo guardo aquí, en el
fondo de la escritura, gota de miel de la más vacía nada, quizás con la vaga vanidosa
última ilusión de que te llegue y lo cuides, lo protejas, lo escondas en el
rincón más oscuro del último y más alejado cuarto oscuro de tus olvidos. Gime
lo más tierno de los sentidos, lo más débil, la sensibilidad de lo más
sensible, la materia de la derrota, desatada embravecida llena de espuma la
marea, oleajes hirvientes y sangrados que inundan mi boca, agitados los
cuerpos, estremecidos, entregados. Aquí la escritura dice que la derrota más
justa es aquella en que triunfa el triunfo de la derrota de una parte, y la
derrota del triunfo de la otra. Así la distancia es irrecuperable, son los dos
polos magnéticos entre los que orbita, por los siglos de los siglos, el
instante.
__Por favor… no pares… no
pares…
Quintín Alonso Méndez
Los sueños son ese punto de encuentro para esas almas,que se quieren y se aman.
ResponderEliminarNo paremos de soñar