El último sueño de un viejo
Sostienes en tus brazos a
un muerto. Eso sientes, eso percibes, hueles la muerte, mi muerte, por eso el
instante se romperá, ya cruje en tus brazos, hará aguas, pacífico se hundirá
con el derrumbe. Te muestro mi locura y así todas las ventanas del cuerpo se
cierran, para siempre, un instante infinito de ventanas abiertas, descueradas
por los vientos y las soledades de los vientos. Un instante que, apenas se
duerme, ya está despierto, buscándote, me muestras un átomo de tu poder de
bruja, entras en mi habitación más ciega, hermética, ves mi muerte, callas,
presientes y palpas el tamaño del dolor, me quitas las cadenas, ya
innecesarias, le quitas el volumen a la casa, su masa amorfa, los objetos
pierden su imán, aunque cada objeto sea un silencio oculto con vida propia,
muchos yacen inamovibles, inadvertidos, en las alturas de sus nichos, ¿los
miras?, son como libros, son olvidos, esqueletos de otros tiempos. Me pertenece
todo lo que no he vivido, me alegrea este frío de osamenta, las manos frías,
cómo no frías, sin ningún calor que les dé calor, pero por encima de todo, sin
ninguna necesidad ni deseo de que otra mano le dé calor. ¿Sabré soportar la
tortura de no saberte? Nunca he creído en la pureza de las cosas. Sólo creí en
el instante y este instante será destrozado por el mayor de los destrozos: la
vergüenza de no tener nada que el derrumbe pueda destrozarme: estás a salvo,
justamente estás a salvo: eres este instante y vuelas, ya no puedes dejar de
volar, vuelo y escritura en el mismo vuelo, en la misma distancia, ya te amas,
ya eres tú, con todos tus bagajes y todas tus ilusiones intactas, reencarnadas:
del vuelo tú te diriges al vuelo, al gran y verdadero vuelo, yo, del vuelo me
dirijo al derrumbe, cierta la desgraciada equivocación del horario del tiempo.
Bruja del demonio, este instante eres tú.
Sabes desde tiempos
inmemoriales, tuyos, que las hormigas se abastecen de las piedras más pequeñas y
más pisoteadas del camino, de los hilos de agua que desprende la ternura de una
niñez, de las espinas soberbias, firmes, que le brotan a las ilusiones. No, no
puedo hablar de las ilusiones, nunca las he tenido y nunca me hice ilusiones. Te
digo algo, cuando supe que iba a nacer para perder, fue cuando quise nacer, y
no se puede perder si no existe, escritura falsa pero viva, un instante contigo
o descontigo. El triunfo es la muerte, el desapego. La conozco, vengo de ella y
voy a ella. Ya sabes que la vida es este instante que hay entre beso y beso,
bajo una riada de besos.
__Quiero que me beses delante
de todos, que sepan que estoy --¿por qué quieres suavizar, adecentarlo, mi
desperdiciado paso por la escritura, por qué quieres que el beso sepa un poco a
beso dulce de lengua con lengua lamiéndose? Entonces soy el invencible, el
elegido, y te beso. El elegido para el instante cumbre, ese instante preciso,
sajante, de la muerte en la que tu nombre será la última palabra que le dejaré
a la vida, a todo lo que desconozco. Sí, fue así, te nombré, en voz alta, tres
veces tres. Cambié el clima, cambié el jeito de la luna, cambié de sitio la
ubicación del territorio que habitará la nada, y ahora sin mí la vida tendrá
menos importancia, dejará de importarme lo que quise de la vida, todo lo que no
quise, pero el clima cambió, como si de pronto el clima también hubiese dejado
de existir, planicie de clima, todo planicie, quizás ausencias de climas, con
los sobresaltos bruscos normales por culpa del abismo que se extiende abanicador
y ocupa la naturalidad de lo que no puede entenderse, un sencillo ejercicio de
ensayo sobre la existencial inexistencia, las mentiras que el miedo se inventa.
Le cambié las ocupaciones a los pensamientos, los pensamientos a las
desubicadas desocupaciones. Le cambié los pensamientos a las distancias que se
alejan, las no distancias a los pensamientos, ¡bendita soledad, estado perfecto
de la vida que va a morirse! Escribo para que nunca me entiendan y me ignoren los
esclavos y vendidos servidores del poder.
__Ven aquí…--y me acerco,
¡oh, otra vez el juego de las palabras, de los infortunios afortunados, mi
acercamiento a ti alejándome, o mi distanciamiento yendo hacia ti, y ya te
desnudo, ya me invade tu esencia, ya me sacude el alma el regalo de la mentira!
Son las flores de la sed, espejismos para la inmortal secura, tan pobre, tan
mortal el agua que golpea como piedras. Tan seca la esperanza. Tan esperanzada
la locura. La sed de las flores.
Quintín Alonso Méndez
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