De la novela
El último sueño de un viejo
Escribir es tocar. Como una fruta
puse mi vida en tu boca.
El tiempo es un instante que son tres
instantes en un mismo instante. Es el instante del “hola”, donde de repente el
mundo se abre como un abanico de pavo real y los pies dejan de pisar el suelo,
se elevan y elevan el cuerpo a la altura del beso. Ese beso. Ya depositado vivo
en la madera de la memoria. El instante del “hola” que se abre en tres
instantes, el primer roce que ya es el roce, un roce que sobrevoló mares y
tiempos, donde gimen las cuerdas de la piel, se estremece la brisa dulce azul, resbalan
los sentidos, se humedecen, se agitan los pájaros las palomas las mariposas
hundiéndose en el valle oscuro tiernamente frutal del vientre. El instante del
encuentro de los sexos, la dureza y la ternura la misma hondura el mismo fuego
inundador el mismo estremecimiento gimiente frágil partido en las dos bocas el
mismo placer ahogándose el mismo resurgir del aire abriéndose a las aguas al
asombro de los sentidos el mismo estupor dulcemente doliente del placer el
mismo instante de la locura que embriaga y dulcemente aturde el mismo placer
vertiéndose. El instante sublime del orgasmo ese ascenso voraz que se hunde
vertiginoso en lo más hondo de las entrañas el grito que desgarra la luz mordiéndola
habitándola y suavemente depositándola en la desnudez limpia dulcemente
excitada de la piel es cuando tiemblan entre los dedos las olas resacosas de la
marea el oleaje que mece se enreda entre los muslos se yergue en las flores
sonrosadas de los pechos agitados bandadas de pájaros en los labios que musitan
de donde caen las palabras rotas excitadamente rotas, es el “hola” dulce
sonriente encendido en los ojos en los labios en la enamorada sonrisa en los delicados
pliegues que se acercan y se alejan y se acercan reiniciándose. Es el tiempo circular
un instante que son tres infinitos inacabables instantes en el mismo instante. Dentro
está el Universo. Escribir. El peregrinaje interminable por tu cuerpo y así
recibir tu alma latiendo como un pájaro en mis manos en mi boca en mi sexo
Quintín Alonso Méndez
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