De «Poesía póstuma, anónima»
En cada rama de árbol de agua de noche
habita un planeta con ojos tristes.
Habitantes que fueron del pasado.
De cuando la luz era una remota
distancia
y el camino un solitario regreso a
oscuras.
Eran búhos los ojos de la noche.
Ninguna voz en los tejados ni en la
puerta de casa.
Cada tarde caía el miedo en mis manos,
eran pesadas alas sin pájaros,
ahí se quedaba el miedo,
hasta el anuncio del primer sol.
No se ha ido, cada tarde vuelve.
El menudo día lo caminaba despacio.
Así lo camino ahora, es seco páramo
el paisaje,
los recuerdos no han dejado nada,
todo se lo llevaron quienes todo
trajeron,
así lo camino, despojado,
tirando de sus hebras de luz en torpe
intento
de que no llegue la penumbra de la
tarde.
Pero llega. Nunca se irá. Planeta de
vértigos
Quintín Alonso Méndez
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