Ateneo La Laguna, mañana 16 de enero 20.00h.
«El edén de Salomé»
Viendo aquellas fotografías, el mundo
me cerca,
se reduce a un fogonazo de nubes en
jaulas,
aprieta y se me hunde en las vértebras,
indaga en las cenizas que llamean,
se estrechan los días que hay entre
los dos tiempos,
se reduce a polvo la memoria, la casa
de la memoria,
hay un temblor en la mano desasistida
en el gesto que el aire atrapa y
engulle
y toco aquí, me sube por la garganta
toda la ternura almacenada,
lo único que tengo, que me queda. No
existe la palabra
que defina
que pueda decir
ni aún aproximarse
este dolor que sólo a mí me pertenece
que crecerá conmigo
único testigo que palpará lo que lo
palabra no sabe escribir
Se extingue el aire como una llama
débil
a cada golpe de tiempo
que cae del lado de las zanjas del
silencio
se extingue la llama ante la
debilidad del aire
ramas débiles, se doblan los huesos,
los sueños se empozan en sus propias
aguas
se caen los días como hojas secas,
desmadejado el viento, los gestos
débiles,
apenas con fuerzas para dibujar alas en
el suelo,
se apaga la luz de los ojos, se
apaga,
la tristeza ciega, mata los sentidos,
empobrece la sangre, débiles los
gestos,
apenas si logran apoyarse en la caída
de la tarde,
se caen los días como hojas secas,
las huellas ocultas bajo la yerba,
una gota de rocío espera al sol
(de «El edén de Salomé»)
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