De «Últimas notas»
nueve de diciembre
Hoy es el día en que la isla se
desprendió de la tierra,
su cordón umbilical ha sido cortado por
tijeras de labios,
un soplo de olvido metido en un gesto
oscuro, de espaldas,
y luego un incendio violáceo la
incendió, la hizo cenizas de nube.
Desapareció como desaparecen las
cosas inútiles, los sueños,
los satélites del sol, y así, entre
brumas, se borró un mundo,
un mundo diminuto que no debió nacer,
que no nació, isla falsa,
sin mar, sin orillas desde donde partir
o en donde embarrancar.
Hoy le cerré la ventana a los paisajes
horizontales, pintados de vuelos,
solitarios, paisajes que nunca quisieron
anidar, sellada la puerta,
ninguna mano, ninguna voz podrá encontrarla,
abrirla, incendiarla.
Cerrada la ventana del adiós.
Desparramada en el aire la arena de la
última playa,
se secan las palabras, mueren antes de
ser escritas,
están muertas cuando se posan en el papel,
mariposas sin luz,
naves solitarias que no supieron navegar,
huérfanas de vida,
ahí se quedan, esparcidas en la misma
tierra estéril
que las vieron nacer, sin ningún recuerdo
que las sacuda,
sin ninguna tormenta a las que agarrarse
y desaparecer.
Hoy le cerré la ventana a la brisa que
golpea y muerde,
sellada la puerta con las maderas carcomidas
de la noche más oscura.
Ya no admito intrusos que me espanten
la soledad
Quintín Alonso Méndez
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