De «Últimas notas»
El cansancio
No es cansancio la honda nada que me reside y la nada que reside afuera.
Es nada. Es saber que todo es nada. Viendo el bullicio de los pájaros en los
árboles desde la distancia, desde detrás del cristal, bullicio que me muestran los
pájaros con los gestos festivos de sus aleteos alrededor de los árboles. Bailan
en la luz. Silencio es lejos. El vacío dentro y alrededor. Es tristeza, pero es
apacible tristeza, sin llagas, mansamente tristeza, caída en una dulce caída de
racimos de perezas que desmadejan los brazos, desbrazándolos, no es sangre, es el
sedoso goteo de la uva, las tiernas brisas que mimosean en la piel de las plantas,
de las piedras, con los tibios rayos del sol, es esa tristeza tan nuestra de la
que gusta cómo duele, cómo va estrangulando dulcemente la ternura que pueda tener
un enjambre de recuerdos, y la descuera con esa descuidada y nostálgica ausencia
que suele tener la vida, ¡ay, la vida, esa cosa minúscula que no deja de
moverse por la orilla, por el borde mismo de lo que nunca va a ser! No es
cansancio la honda nada, es firmeza, vencida firmeza pero firmeza, en la
voluntad de los silencios desperdigados en el aire, de no mirar a ninguna
parte, o de mirar sin mirar a ninguna parte, fijar los ojos en el destierro, siempre
pasa un barco que no se detiene, se-pa-ran-do las sílabas de todo verbo
habitable, quitarles la respiración, colgarlos de un techo de estrellas, que se
desagüen, se queden sin tiempos, que los barrancos vuelvan a sus noches de
lunas y lobos, de desgarros y cuevas asesinas, y las azoteas a sus palomares
llenos de infancias muertas, dejar que a su manera ruede el derrumbe del
tiempo, que se vaya o se venga sin quedarse, que sea nada, suspire por ser
nada, que se haga esfera de polen, brillo de oro en la arena, volumen de
materia negra, porque es firme la firme conciencia de saber que todo será nada como
fue nada, no importarán las pinceladas de la afilada espada hendiéndose en las carnes,
en el lienzo, o una sonrisa escrita en cualquier humedad de la pared, no
importará ninguna historia o palabra dicha o callada. No es cansancio, es un
rumor de abismos que me engulle, apacible, como esa marea larga larga que
invita a ser el inexistente espíritu del silencio, la nada
Quintín Alonso Méndez
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