Canto Último
Canto C
Quisiera quedarme ser la eterna gota de tu agua pero me
reclama un futuro de puertas sin casa he de irme y acostumbrarme al no estar un
albaricoque le muerde los labios a la libélula aletean agitados inmóviles los
sentidos me reclama el eco vacío de la ausencia me reclama el reclamo del
olvídame un futuro de grietas sin paredes la serpiente se suicida en la manzana
caen otoños de las hojas no sé si a partir de este momento podré ver oír
resumidamente sentir pero estaré ahí dentro de la sombra de los árboles el
fracaso es que vine para quedarme en ti y me alejo porque fui el que no era en
este futuro que me reclama los restos tampoco seré el que iba a ser pero he de
irme el andamiaje derrengado de mis huesos reclama el futuro más deshabitado lo
vislumbré antes de nacer no me resistí vine a morirme pero pasé por el puente
de los enamorados te vi te dio miedo verme me llevo lejos me arrastro me
reclama un futuro definitivo de nidos sin pájaros «soy más libre que tú» me
dijo el pájaro desde su jaula «tu celda es más pequeña que la mía» «yo puedo
volar» «mis cantos son sonoros como la libertad tus cantos son lastimeros» las
mentiras son alivios las verdades aplastan como cadáveres quisiera quedarme ser
la mayor miseria pero quedarme verte pasar ver el revuelo que desnudos producen
los dedos las caderas los pechos los hombros los muslos el cuello la nuca la
espalda el vientre las nalgas los labios el sexo de tu mirada pero me reclama
lo incierto de la nada de la podredumbre el futuro te dejo mis cantos todos mis
cantos y los no escritos los que no tienen música ni palabras para describirte
para trazar el arco de la luz me voy adonde el abismo de las cumbres la sima de
las olas los recuerdos se van conmigo solo ellos me recordarán en yo solo sin
mí ¡ah la exclamación del arcoiris antes del derrumbe de la lluvia! ¡el éxtasis
del vino en la boca! ¡la abeja de tu sexo! ¡ay este irme queriendo quedarme!
¡yo el canto! la derrota en lo sublime el triunfo en lo insignificante el callado
recodo llamador de la Estrella
quintín alonso méndez
Hay muertes que nunca mueren
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