Canto Último
Canto LXXIII
Es niebla la materia salitrosa de la tarde, ropaje húmedo de
tarajal. Todo es niebla. Soy niebla sin encontrarme, dentro de la niebla. La mojada
niebla de lluvia desde dentro hacia fuera es niebla que desbarata el tiempo, lo
deshilacha, lo zarandea y se lo lleva a otra parte. Niebla de lo perdido y
niebla de lo no encontrado. Niebla que niega el horizonte y evapora la orilla,
la evapora y la hunde dentro de sí misma. Ceniza húmeda del después de los
incendios, brisa que sale ya bañada del mar. Un perro venido de la niebla se me
acerca y olfatea mi buen sitio, no le convence, me mira un rato y luego se
pierde solitario por el lindero de la costa, veo cómo se desvanece niebla
adentro. En la niebla vi bosques transparentes de azules, vi lo que no se puede
tener entre las manos, libélulas y estrellas dentro de los ojos cerrados, vi la
soledad oscura de cada árbol atrapada en sus raíces, la viveza del oro negro de
las lisas piedras destacando en el esmeralda del joven musgo, vi mariposas
invisibles del mármol vaporoso de las desmayadas nubes. Ahora veo la niebla que
lo cubre todo, ocultas las veredas, oculta la luz, ocultas las hadas de la
prosa, todo flota, mundo irreal de lo real, tú no sabes que estoy, pero estoy
ahí, en la niebla de las cosas, de vez en cuando una voz de cristales suena
dentro de la niebla y luego oigo cómo se aleja por pasillos huecos de otras
dimensiones, como diluyéndose por entre flotantes árboles de niebla, nada pisa
la tierra, está lejos el mundo, más silencio espeso de mundo que se aleja al
adentrarme en la niebla, siguiendo la estela invisible del perro que se perdió
en la niebla
quintín alonso méndez
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