La piel del verso
Cada día tiene un latido que me dice tu nombre
descubro que los cernícalos son niños
asustados niños sin madres
ha regresado la gaviota a su torre de
los sueños
sola ahí en lo alto
graznando solitaria a la memoria
celebra la fiesta del homenaje
Cada día es ese paseo por la vereda
inexistente. Los panales vacíos, seca la yerba de alrededor, gigantes arañas
metidas en el melocotón, alguien traspasa el muro de piedra, y no es un soplo, es
un ahorcado puñal de agua, es el grito el fino grito del silencio pidiendo a
gritos que cierren la puerta, abandonen las causas, descerrajen las pelusas de
plástico de la ética. Ya he de apoyarme en el palo del tarajal para detenerme y
preguntarle al sol en lo alto qué carajo de día es éste, que sabe a eternidad.
Así cada día, viendo cómo le crecen los hijos al árbol, me siento a ver pasar
el latido que desparrama por los surcos fértiles tu nombre
Cada día tiene algo de día último
Quintín Alonso Méndez
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