La piel del verso
Empecé solo el camino y lo acabaré
solo inacabado
la obra de la redondez
no tiene prisas el camino
y yo tampoco
por eso me siento a menudo en la roca
frente al furor del mar
para pensarte despacio
saborearte poco a poco
como hace el salitre con el
acantilado
con sus lamidas de labios húmedos de
gata que raspan
arañazos de algas en la herrumbre
ay así esa herida tuya en el muslo me
habita un poco
¡cómo despeja siempre la tarde
para envolverte irreal o mágica en el
amarillo del azul!
¡cómo te retengo en mis vísceras del
alma!
¡esas vísceras que confunden al
tiempo y lo llenan de melancolías!
¡ah color pálido del otoño donde
anidan habitan se cobijan las lágrimas!
a diario te veo pasar y nunca
adviertes mi ausente presencia
tu mirada siempre tan más allá del
horizonte
como si existiese un mar detrás o
dentro de cada palabra
por eso escribo y te escribo
para que el rumbo de las cosas me
recuerden un día
y entonces defiendan lo débil
el charco vacío un rincón abandonado
la sombra de un árbol
la pobreza rica del tarajal
la lealtad de la penca
sé que me buscaste al mediodía
la libélula se posó donde sangraste
hiriéndote con la maresía
es heroico levantarme despacio
para entonces al instante
dejarme caer en la roca
para pensarte despacio
saborearte poco a poco
¡ah las velas del horizonte cómo me
inventan nubes
trepadoras nubes que me traen tus
labios!
Quintín Alonso Méndez
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