La piel del verso
El mismo verso aunque sean
incontables los versos
fabricando el arado que ha de surcar
las tierras
las nubes el lecho de los sueños
el mismo verso hasta el cansancio y
más allá del cansancio
saltando el muro que fortifica el derrumbe
yéndose a los mundos de las idas y
los regresos
el mismo verso que se vierte en los
afluentes de todos los versos
el frío de la muerte es una hoguera
el verso devorado por las llamas del
más frío invierno
y ya son las cenizas abriendo las
grises alas
ya es el verso resbalando por la nuca
del cisne
que se despeña por las lisas laderas
del cuello estremecido
ah la lluvia que no regresa la lluvia
de los besos del almendro
ah el apareo de las pardelas burlando
las noches sin luna
el mismo verso cultivando estrellas
en la noche más siniestra
en la noche más mortalmente apacible
de olas negras
es el mismo verso que se escurre y se
pierde buscándote
y regresa siempre origen de la
tristeza porque origen del mundo
origen de este principio universal de
la materia más ligera que el aire
regresa al regreso como la infancia
que no deja de regresar aunque no vuelva
el verso que ya resbala por tus febriles
caderas perdiéndose
buscando perderse queriendo perderse
hundirse donde perderse es
encontrarse
paciente fabricando el arma
invencible de la paz gimiente
la palabra
el acto amoroso sublime de escribirte
y que leas el único verso
no tiene enredaderas a las que asirse
deja que como semilla el viento lo
zarandee y lo lleve
el verso te quiero
morada desconocida que me acoges aunque
mi yo nunca lo sepa
porque acoges al diluvio al
desguazado verso
sentados los dos ante la calma de los
silencios
tan desnudos tan desnudos como la
ausencia
Quintín Alonso Méndez
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