La piel del verso
Hermosamente solitarios los días que
lánguidos se abren al otoño
azul que va desvaneciéndose en el
gris de un lento y largo rumbo
al clima se le irá poniendo pálido el
rostro
como si las lejanías adquiriesen como
propio ese color
entre cenizas y muertes de pájaros
estar en nadie vivir en nadie porque
el tiempo gusta de pasar indiferente
como pasa el silencio de la
inmortalidad por las hojas
que caen degolladas del árbol
secas como es la lágrima más
remotamente escondida
hermosamente solitarios los últimos
latigazos del sol en la tarde
el incendio sublime de la soledad
las más hondas heridas que la lluvia
no sabrá llevarse
ah esta mínima esperanza que alimenta
la más cierta desesperanza
aquél mundo irreal
entre brumas
no fue infancia
Quintín Alonso Méndez
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