Las noches de luna
Metido en la noche, con la sensación
de que el mundo duerme, en la azotea, donde tantas noches la luna y yo hablamos
de ti, me vienen recuerdos de noches lejanas perdidas en la memoria, oscuras,
sólo alumbradas por la vela en la mesa y las sombras que furtivas creaban calcinados
bosques negros, fantasmales, en las paredes. En esas noches de tormentas me
decía que el mundo era un ser vivo que alojaba vidas y al que yo sólo podía
contemplar desde mis silencios, y que esas vidas debían de estar más allá de los
temporales y los aguaceros, al otro lado de las tristezas que me sacudían y me iban
enseñando a convivir con ese frío único que sólo sabe fabricar la soledad desde
miedos, insomnios, sueños malheridos. Metido en la noche, veo cómo la luna, silenciosa
y rauda, atraviesa las nubes, una lechuza levemente le araña el rostro. Se humedece
de serenada la brisa. El mundo, ese ser vivo
donde se alojan vidas, existe, pero aquí no está. Aquí la noche, el recuerdo, sólo
el recuerdo, de aquellas noches
Quintín Alonso Méndez
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