pero procaces renglones dirigiéndome así a usted,
a las eróticas emociones que a diario me inspira,
sea viéndola desde distancias desconocidas o en los
rumores que me trae el mar,
ínfima extensión de los versos que me abundan y no sé
rescatar.
No puedo ni quiero negarle las carnales imágenes que
como atmósfera del aire
invaden mis silencios con frutales racimos de vívidas
sensaciones,
cómo en el fluir de los días y las noches la desnudez
se habita de su nombre,
y para serle más sincero, más honesto dentro de mi
deshonestidad,
de la destilada miel de su cuerpo.
Aun deseándolo, no pretendo el encuentro de lo humano,
aunque lo presienta sublime,
solo agradecerle saberla y que al saberla me envíe abundancia
de latidos
en mórbidos racimos de lujuria,
aunque usted no lo sepa más que por estas torpes e impulsivas
palabras
que me atrevo se atrevan temblorosas y desnudas a impúdicamente
llegarle
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