La risa
El decorado es una alargada cortina
negra que pende de una altura que se pierde en la alta oscuridad. En el rincón
inferior derecho del decorado, de la visión, de la inquieta pantalla negra, una
sencilla vela de cera blanca llamea tímida. Un silencio respeta a la brisa, la
brisa ahorcó al silencio, le quitó la palabra. Un carraspeo de las rocas ahí afuera
hace que parezca una vacía amplitud habitada, con caracolas en las esquinas
invisibles. Huele a musgo debajo de la oscuridad, a guitarra enmudecida caída
en un suelo donde una escalera asciende al olvido
La vi pasar en su vuelo mágico
vi cómo pasaba, estallido de ave
silenciosa
que me rozó con sus alas,
un rumor o un tumulto apenas de brisa
pintada de azul,
un vértigo de luz en la dentadura,
en la roja boca encendida,
un alboroto célere
de sorprendidos silencios,
paso fugaz
al que le dio tiempo
de revelarme el gran secreto,
la risa existe.
Algún día, si ya no ha sido,
se posará en alguna rama.
De esa rama, en los nidos de sus
brotes,
nacerán racimos de risas
Quintín Alonso Méndez
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