Del libro de poemas "Otoño"
(escrito hace doce años, y abierto y leído ahora, por y para esa mujer de la que supe siempre y con la que iría a encontrarme 21-11-2001)
Y se agrieta el otoño,
roto en mil lluvias. En cada rincón, un temporal,
un frío. Tiene la tarde un traje gris
tardío, de horas que vendrán luego
pero que ya están aquí. No son
presagios, es que se ha desbordado la espera.
Mañana
el sol se posará en los charcos embarrados. Mañana
te pondrás la sonrisa para salir a la
calle. Mañana
la luz te dirá que el pasado no
existe. Mientras, yo aquí,
atravesado por el aguacero de un
otoño tardío pero puntual en su horario
de grises. Mañana
la luna pondrá una cara satisfecha. Tú
la mirarás con la frescura de la memoria
olvidada. No habrá memoria. No estaré.
No estuve nunca, más que ahora,
aquí, sentado, forma plácida de no
hacer nada, contando las horas
que permanecen ocultas
para estar ligeras y vivas y salir a tu
encuentro.
Y
este horario maldito es del otoño:
has venido a decirme que no vendrás.
Qué
bella es la tarde redonda de la ausencia.
Sabe
a regaliz y a menta.
A
caramelo de azúcar quemada.
Y
el otoño es así: una mujer que se resiste a morir.
O
una vida que cruje queriendo vivir.
La
noche es una consecuencia de la soledad.
Un maldito reloj viene
acompañando al otoño:
me recuerda las distancias,
esas hebras delicadas desprendidas de
la carne.
Olores
arrastrados por la hojarasca del otoño pasado.
Tuve
un beso esperando a las puertas del mar,
se ahogó en las mareas largas del
cuarto menguante,
la luna palideciendo, la sonrisa, la
huella del sol.
Palideciendo
la mirada que se iba con las nubes
tras la estela de un susurro
despoblado.
Tuve
un cuento que no quiso navegar en busca de tu redondez.
Se
quedó cobarde en el inicio de mis dedos.
Tuve
un astro surgiendo de la montaña.
Tuve
un niño, lo recuerdo, se murió dentro de mí.
Tuve
un sueño, te lo di, te lo llevaste,
Gracias, otoño.
Y
tuve lo que tengo,
un pedazo de cielo desgastado por la
sed,
una palabra perdida entre las
palabras bellas del horizonte,
un nombre que me muerde a escondidas,
un silencio que no duerme, que no
tiene cobijos,
enredaderas de luces hambrientas
trepando por el vacío,
un deseo cansino que no me deja,
que aún no me deja morirme,
¿tantos recodos tiene la vida,
un otoño así, roto en mil lluvias?
Foto: Jorge García
Quintín Alonso Méndez
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