Del libro de poemas "El edén de Salomé"
A quien proceda:
Señora, usted me trajo la vida y
usted se la lleva, está en su derecho.
Usted me demostró que la raíz
cuadrada de dos que se aman tiende a infinito,
que el triple de uno es dos, que la
razón es la cara visible de la luna y que el sol
es la estrella que ya llegó.
Usted, señora, me dijo que la vida se
inventó para encontrarnos
y que por esa misma regla astral derivó
la esquina en plaza, la plaza en temblor,
el temblor en una igualdad de mañana
es hoy y hoy en mañana será hoy,
en el mismo banco, a la misma hora,
tirado el reloj al fondo del miedo de la nada.
Señora, está usted en su derecho, en
su perfecto derecho
de sumarme los desperfectos, los
imperfectos, los defectos y restarme los afectos
porque es suyo el mundo que me trajo,
en el que nunca creí, al que me abracé
como el borracho a la farola, como el
niño hambriento al pezón de la noche escuálida.
Pero sepa usted, señora, sépalo por
una vez, aunque lo lea, sonría, y queme el papel,
que sí es cierto, que sí puede ser
que se descubra al amor y ya no se pueda vivir sin él.
Sin más dilaciones, decirle que el
amor es inmenso porque inmenso es este dolor,
inmensa esta dulzura que muerde, este
árbol que crece amargo, dulce como la lluvia,
y decirle, señora, el teorema del
mundo, que aquí me tiene, para lo que proceda
Quintín Alonso Méndez
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