Yo vi cómo le devolvías la vida a un
pájaro moribundo, anidándolo durante horas entre tus pechos de madre,
llevándole de vez en cuando un pañuelo mojado en agua al pico, cómo le ponías
de comer y beber a la paloma que venía todas las mañanas a saludarte, cómo
quisiste y lloraste la muerte de tus gatos, de tus pájaros, cómo mimabas y
amabas tus plantas, tus rosales, con tu risa de niña siempre, tu asombro feliz
ante el vuelo de las gaviotas, tu sufrimiento callado a diario, tu dolor por el
dolor que nos envolvía como un silencio enjaulado. Tu tristeza invencible. Te
vi lágrimas, te vi la mirada con la sonrisa perfecta, con silencios diciéndolo
todo, verdades como puños, crecían las caídas pero crecían las fortalezas. Vi
cómo te desprendías y amabas, siempre atenta, armada contra reproches y
distancias, desde tu soledad injusta. Nunca cejaste en el empeño de vernos
saludables, felices, tú sola contra el mundo de los hombres. Vi tu resistencia
feroz contra el vacío, contra el adiós
¡Tan bella la vida, tan triste, tan
aciaga!



No hay comentarios:
Publicar un comentario