El vestido negro, seda del sueño, silueteaba
tu desnudez
de ánfora carnal seduciendo el aire
de la tarde.
Seduciéndome.
Demoré los pasos, mis ojos buscándote
en la arena,
latían de fiebre los sentidos,
sed de mar.
Pisaba en la niebla,
a tientas llegué a casa
palpando tu imagen,
tembloroso vine a escribirte
la palabra deseo
Vengo a escribirte,
es decir, a estar contigo
quintín alonso méndez



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