Cartas de un vuelo eterno (III)
La botella de vino la copa / tarde dulcemente invernal de
azules y grises
de viento tímido no acostumbrado a la intimidad de la quietud
silenciosa
de uvas maceradas entre robles y olas gruesas ante este
cortejo marino
el tabaco forma parte del rito del poema / es el humo que
desprende la nostalgia
es el hálito de lo que palpita aquí sentado mientras atardece
/será noche
no podré detenerla / se hundirá en sí misma / se hará uva
resbalando por la tristeza
te escribo desde lo más alto de esta bajura de océano
gimiendo / lo sabes
sabes cómo se diluye lo que se va a los huesos / es calma
lenta de lo que se aleja
no creo que sepa escribirte el momento de la luz con la
penumbra / vela alzada
rasgando el viento / rompiendo las cadenas de lo que no
estuvo y quiere irse
«te escribo» es mi forma de apoyarme en la baranda / en un
testigo que me dé fuerzas
tiene el vino el sabor de la madera / la amargura de la
tierra / la lágrima del sexo
en lo alto el cernícalo / ah lo quieto ingrávido / me observa
/ cuida los versos
me dice que la muerte no tiene importancia / es solo el
reflejo de lo que no fuimos
ah si fuese cierto el voluble desorden de la brisa cuando las
cosas son así y no son ciertas
ah si fuese cierto el embrujo del instante en lo quieto /
como el cernícalo / y entonces
cierto si fuese cierto / quieto en lo inquieto/ el instante de estarte en
el beso / eterno beso
quintín alonso méndez
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