De
Las cuerdas del violín
Variación8
Cuando la tristeza resbala por los acantilados,
confundido el horario de las libélulas, horas
venidas de otros tiempos
que se adhieren a las flores del agua, hay derrumbes
sobre la costa.
Entre las piedras y las trenzas del musgo, ahí están
las derrotas.
Un día estuvo la desnuda mujer que no quiso caminar
a mi lado.
Hoy está la ausencia blandiendo su espada de
frontera doliente,
el agua y la arena, separados por la fina hebra del
silencio.
El silencio es frío dentro, adonde nadie llega. Frío
que arde de fiebre.
Huellas de playa en los ojos negros de la añoranza
que gime, oculta
en las maderas náufragas que sobrenadan, flotando
sin esperanzas,
mecen cunas en las olas, reciben al sol con la
blandura del abandono.
La línea blanca del horizonte confunde a los pájaros
que se deshacen
en la ceniza del azul, caen al agua y del agua
surgen con alas de salitre.
Baja música de besos por los escalones, racimos de
besos en los labios,
que son bandadas de sueños en las caderas de la
desnuda mujer alejándose.
En sus manos se alza la vida, luz que estalla en las
flores abriéndose,
mientras aquí la tristeza resbala por los
acantilados
Quintín Alonso Mñéndez
aquí la tristeza resbala por las mejillas,
ResponderEliminarel poema es bello, la tristeza es bella, rodeada de acantilados, musgo, arena, playa, olas...y sin la mujer desnuda que rompa los silencios a cada rato.
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