Me gusta mirarte desde la balconada
de la distancia
-nunca he sabido borrarla-,
seguir tus pasos de vestido ligero,
jugando con la brisa,
embriagarme con la risa tuya que
rompe el aire y lo estremece,
así vienes y me acompañas, vives
conmigo en casa,
en la materia del silencio,
en la piel desnuda del rumor de la
marea
Hubo un tiempo en que me soborné y
escribí amagos de poemas,
ahora me soborna la poesía, me quita el
aire si no la busco
Es dulce la penumbra
cuando roce de la luna con las nubes,
de las olas con la arena,
como si tus labios aquí rozaran la
penumbra,
resbalando en racimos de serenada
por la sed de mis labios.
La noche parpadea con brillos de tu
miel,
oscuridad ciega me trae la luz de tus
ojos
El poema no es lo que dice
es lo que no dice,
así como arena escurridiza entre los
dedos,
como agua de lluvia por la piel,
por entre las grietas de las palabras
resbalan, se escurren las
sensaciones,
las desnudeces de los sentidos
en su más íntima carnalidad,
ahí me lees, ahí te sumerges,
en mi más cierta sed de tu mar
Soy el oscuro, el que indecente a
diario te busca
entre las espesas ramas del deseo,
el que como ofrenda te deja poemas entre
tus dedos de azúcar,
escritos desde esta fiebre desconocida
que tanto me gusta.
Soy el que no se atreve,
el que con voz obscena y lujuriosa pronuncia
tu nombre,
y luego reconoce, y retrocede, pero
no puede,
y regresa al encuentro,
aunque sea al insignificante mayúsculo
instante del encuentro,
ah, eternidad dulce, de tropezarme
con tus ojos,
con la desnudez noble de tu sonrisa.
Este abismo del deseo sublime,
del querer contigo descubrirme
y descubrirte
Si quisieras quererme vendrías sin ti,
y yo te recibiría sin mí,
para nacernos, crecernos
desde la nada de la raíz
Soñada noche tiene las alas de tus
manos,
los labios de tus labios. Ensoñada la
noche,
como si trémula estuvieras
desatándome de la oscuridad.
Un cisne blanco resbala por tu
cuello,
y pájaros desnudos juegan con el
fuego de tu nuca,
cisne negro, húmedo como el sol de la
noche,
resbalándose por tu vientre,
navega por los oscuros temblores del
sueño soñado.
Soñada noche navegándote palpita en
el poema
Soy el oscuro, el que indecente a
diario te busca
entre las espesas ramas del deseo
Bella,
inconmensurable belleza surgida de
los mares azules,
gruesos como maderos hinchados de
agua y sal,
sutiles como la excitada seda,
del deseo,
bella como noche de luna llena desangrándose
en pletórica desnudez,
suavidad resbaladiza de la piel que
me aturde y me llama.
Bellamente impúdica,
esplendorosa,
en mis desbaratados sueños
deshonestos,
infinitas carnales flores te brillan,
brillo del polen, del fuego en miel que
te arde,
destilándose en las desnudas carnes
de tu alma.
Así sueño del verso quiere las alas
y en
carnal impúdica desnudez
llegarte
Vivo en una hoguera
