Aunque las
estrellas duerman en la profunda humedad del bosque,
palpitan,
sutiles
aleteos de alas de mariposas
venidos
desde los más lejanos recónditos secretos,
resquebrajando
el arbóreo rumor de los silencios.
¡Ah,
encubierta metáfora del musgo cubriéndote el sexo!,
donde tálamo
de helechos, de edenes frutales,
desde trigal
cabellera, frente, nuca, cuello, nariz, ojos, labios, orejas,
hombros, espalda,
axilas, senos, vientre, cintura, caderas,
brazos,
manos, dedos, piernas, muslos, pelvis, nalgas, pubis,
sonrisa,
mirada, suavidades, dulzura, fuego, roces, ternuras, lujuria,
océano, imaginarias,
sinuosas resbaladizas veredas me llevan,
¡ah, sueños,
ah oscuros palpitantes deseos!,
al abismo interminable
del cósmico éxtasis,
éter donde despiertas
agitadas en un cielo de océano
se expanden
las estrellas
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