Del libro de poemas "El edén de Salomé"
Estuviste y siempre regresabas, a la
caída de la tarde.
Se ha detenido el tiempo /se han
cerrado los días/,
el mundo está lleno de puertas /y hay
incontables mares
tierra adentro/. Tú tienes las llaves
de las islas no descubiertas.
Si alguna vez /un silencio te reclama/,
no le hagas caso,
no escuches los lamentos del vencido,
presta oídos a la lucha,
pisa sobre los cristales del agua,
adéntrate en el futuro,
sube tu risa a las cumbres /bájala a
las simas del hambre/,
no dejes que te confundan las malas
artes del derrotado,
no le des la mano al veneno que
quiera envenenarte.
Estuviste y siempre regresas porque
nunca te irás,
/te tengo aquí/
prendida a las soledades que me he
buscado,
/prendida a mi aire/,
a mis vacías manos, y cada día te
digo «hola»,
y «hola» te diré mañana, /cuando
llegues/
a la caída de la tarde
Quintín Alonso Méndez
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