Vértigo
en el indecente imaginarte
desnuda en mis brazos.
Plenitud del verso
se cree un dios,
te aborda.
Nunca noche más sola
más inmensa
en su soledad.
En la oscuridad más oscura
pasas y te miro
¡nunca tan espléndida tan desnuda la
luz!
La escritura es océano profundo,
donde en lo oscuro me sumerjo,
mordiendo las aguas, el musgo,
buscando tus bocas, tus lenguas de
fuego y lava,
tu esencia íntima del ámbar,
así enredarme en las algas de tus
muslos, tu cuello,
tus senos, de tu vientre de arenosas
carnes,
en los arenales de tu espalda,
dejar que me lleve el oleaje,
hundirme donde nace el gemido del
temblor
y de los profundos humedales brota
como alarido de luz
En esta quietud de humedad quieta,
posada en lánguida rama de caricia
lenta.
Espesa, la espesura se hace tristeza.
No estás.
Deshojar las hojas que oscurecen,
desvestir el temor,
contemplarte con la mirada lasciva de
la sed,
extasiarme en tu desnudez,
en esta quietud de anhelos inquieta,
donde nombrarte es resbalarme por tu
piel
En tiempo de la escritura, como en la
magia del soñarte,
se apartan los cortinajes, se abren
las ventanas,
emerges desnuda de la desnudez del
paisaje,
belleza exultante de flor en el
desierto
A diario camina el DiariodelPoema por
versos que no encuentra, se les oscurecen en las palabras y como peces se les
escurren. Pero no cesa el Diario. Es la búsqueda, le dijo la niñez antes de
irse, ahí me encontrarás. Búscame, le dijo la mirada de la mujer antes de
perderse en la niebla. Y a diario camina el Diario buscándote. Búsqueda de lo
inalcanzable. Pero buscándote
En la fortuna del soñarte, la certeza
de lo cierto
como llanura extensa se esparce al
regresar a lo despierto,
por donde camino con los silencios
acompañándome.
Árboles y pájaros le dan el latido al
paisaje,
suavidad al recuerdo del sueño.
Camino soñándote
Como si hoy volviese a ser el día
después de ayer, después del derrumbe de la tarde, haciéndose oscuridad de la noche,
amanece gris, cubierto de nubes, con el rostro pintado de tristeza como si de
pronto el silencio fuese el todo, deshabitando el paisaje. El mar echado, como
otro silencio
Qué te escribo, si el deseo gime como
herida,
llamea como hoguera.
Qué te escribo, si el verso se
tambalea
como embriaguez del viento.
Qué te escribo, si ansiosa muerde la
sed
buscando el agua.
Esperar a que baje la marea,
descubrir la desnudez de la orilla,
callada la noche como en sortilegio
para entonces escribir con los labios
en tu piel desnuda, abierta a la
carne de las palabras
Es noche desvelada. Brisa que
desprende la marea
con el sabor del beso que el poema
pretende.
Es noche desprendida del tiempo
como noche de verano llena de
luciérnagas, envuelta en terciopelo
con música de mar, violines del agua,
desnuda la piel del verso, la piel del alma.
El aire, frescura de lo tibio, tiene
el sabor de las uvas de tus labios.
Es azul la mirada. Dulce como el
sueño
Si el tiempo se detuviera, me
quedaría contigo en el instante mágico del rayo verde,
en la fugacidad misma donde se inicia
la humedad del beso,
demorando el hundimiento en la
espesura, el roce de la lluvia en el fuego.
Que fuese el gemido interminable de
la lujuria en asombro del temblor
Suelo venir a esperarte aquí, donde
el silencio te piensa,
silenciosamente te nombra, te dibuja
en el aire,
vuelo de la gaviota.
Acompañados por el tabaco y la
cerveza, hablamos de ti,
de cómo le pones luz a los grises del
día,
a las sombras de la noche.
Me trae una sonrisa dulce como si
viniera de tus labios,
del húmedo brillo marino de tus ojos.
Cuando la tarde se entristece,
acallándose,
con el silencio me regreso a casa.
Vienes conmigo
Con el fervor del pecado
Fue abajo, en los humedales del sol,
donde el océano se enciende.
Allí bebí de tu néctar
y supe del sabor de la existencia.
Besé el latido de la vida.
Abajo, donde el sueño oscuro se
habita
y se confunde con los rumores del
agua.
Abajo, donde herida de la carne
entre el musgo
desangrándose en olas,
buscando los carnales versos
Escritura es creer en la eternidad de
la materia