jueves, 26 de febrero de 2015



De «Las cuerdas del violín», libro de poemas
de la novela «Las cuerdas del violín»


Soy sumamente agradecido a las antesalas,
quien no espera nada no puede quejarse
de una noche sin luna.
Camino por la calle. En cada esquina hubo un árbol.
Ahora es el espacio de un político vacío oscuro.
En cada plaza había una partida de puertos mirando al mar,
ahora las palomas son enemigas del mundo.
Dijo el pájaro: «si solo soy pájaro de un pedazo de jardín,
¿por qué me pusieron alas
para volar lejos?»
Pronto caminaré la calle desde casa, sin caminarla.
Es masivo el cansancio,
invita a inventar el mundo. ¿Quién? Maúlla la ausencia de un gato.
Mi miedo es el mío. El otro miedo es del insomnio.
Dice la calle solitaria de las altas horas de la noche:
«hay que hurgar en la piel de la soledad,
ahí está la semilla de la vida».
Si estoy mañana, prometo escribir para no dejar de escribirte
                              

                                               Quintín Alonso Méndez



lunes, 23 de febrero de 2015




De «Póstuma, poesía anónima»

Después del adiós

Maltrechas las hojas del papel donde nada fue escrito
las zarandea el viento inmóvil que hay después del adiós
ni siquiera las palabras leídas han sido escritas en el país de la nada
es innecesario el simulacro de una lágrima para barrer las cenizas
de un recuerdo que ya era recuerdo antes de nacer para ser olvidado
cien años caben en una frase incinerada en una copa de cristal
alguna vez una  infancia tendió un puente sobre un charco sin agua
hecho de barro de ramas de tarajal con el trazo curvo de unas manos
vacías que quisieron tender el arco de una mirada que quiso volar
cayó pronta la noche y pronta la oscuridad le arrancó los ojos a los sueños


                                           Quintín Alonso Méndez

martes, 17 de febrero de 2015



«Póstuma, poesía anónima»


De «Después del adiós»

la gata del viento araña en la puerta
de la noche

    Fotos de May Naomi

                                                    Quintín Alonso Méndez                                               

miércoles, 11 de febrero de 2015


  De      «Póstuma, poesía anónima»





De «entre nadas»

Entre después del tiempo y después del adiós
están estas páginas lentamente escritas para saborear la pérdida,
errar por las tierras baldías de las nadas, entre nadas, 
porque nada fue y nada será, y aquí, entre nadas,
están estos días hechos a propósito para sin prisas caminar
los últimos pliegues del camino.
Cada página será un mes, una semana, un día, un instante,
aquí los viviré, entre palabras, entre vacíos oscuros y vacíos en blanco,
entre insomnios, silencios, largos silencios que son olvidos, cigarros,
insomnios, más silencios


                                                       Quintín Alonso Méndez












sábado, 7 de febrero de 2015



De «Poesía póstuma, anónima»

Después del tiempo

Después del tiempo es noche perpetua
aislada noche sin paisajes a los que asirse
indefensas las fieras nocturnas ante la más fiera oscuridad
rota la boca del agua
deshilada la palabra que estuvo
no hay mano que sostenga el peso del abismo.
después del tiempo vino lo que no vendrá
los versos aquellos que no fueron escritos
el hachazo inmortal del último hálito
quemó sus bosques


                                                      Quintín Alonso Méndez 

miércoles, 4 de febrero de 2015




De «Poesía póstuma»

Este silencio
cava abismos como fosas
donde planta palomas negras,
deja que la lluvia inunde las palabras
y sean tragadas por la tierra hecha océano.
Este silencio
parecido al hondo eco de cántaro de la ausencia,
es solo abandono desde el arribo de la tristeza.
Miles de barcas encalladas en la costa
semejan gaviotas desde las altas lomas de los ojos ciegos.
Este silencio,
región imprecisa sin pájaros, sin voces,
porque quizás una isla sin mar es una casa sin recuerdos,
un navegar errante en un charco sin agua,
es región donde abundan los encarcelados sueños.
En este silencio fruto del silencio, el aire no tiene piel.
La luz que alumbra es la mirada oscura
de los bosques carbonizados  




                                              Quintín Alonso Méndez