jueves, 28 de agosto de 2014



De  «Últimas notas»

El mundo


Al mundo cada día se le cae una lágrima de adiós
una callada despedida que hoy aúlla en el viento
y que hace de la noche el mar más oscuro.
Me hallo perdido dentro de una intensa niebla,
no es otra cosa que la profunda nada del silencio:
el murmullo lo produce el roce del miedo con el vacío.
Nacer ya es despedirse, es el llanto, la primera pérdida,
la vida no es más que el camino que traza la muerte  
para su regreso al fúnebre descanso del olvido.
No importa el dolor, ni siquiera el frío del dolor,
no importa el desamparo;
desde la ventana abierta sólo se ve la soberbia del día,
sus hilos de luz que cuelgan como trenzas o como hebras
de besos de agua y fuego;
desde la ventana abierta, la niebla es una isla que no existe,
sólo respira lo que habita el trazo del camino,
qué importa que aquí dentro, perdido en la niebla,

al mundo cada día se le caiga una lágrima de adiós


                                              Quintín Alonso Méndez

viernes, 22 de agosto de 2014



De «Últimas notas»

La ausencia

                                    
Cada instante de ausencia es tiempo de desgarro
por el vagabundeo de la brisa torpe y gruesa del vacío.
de la rama agrietándose por el peso de la luna,
Es tiempo lento de la yerba amarilleándose
de la sombra perezosa que se esconde bajo el árbol
es tiempo lento de olvidos, que no irá a ninguna parte.
Tiempo que se muere mientras camina solitario
y se cae débil queriendo caerse, le surge un deseo,
que las hojas en blanco le cubran los últimos recuerdos.
Cada instante es esa última estación que nunca fue abierta,
son las ruinas de la casa que no será habitada,
y por ellas la ausencia deambula sonámbula.
El balanceo de los zarcillos, besando el aire,
va signando el ritmo de sus pasos de diosa


                                              Quintín Alonso Méndez



domingo, 10 de agosto de 2014




A la noche


Porque te quiero tanto, voy a morirme menos viejo,
menos vencido por los cansancios que traen las soledades,
no terminarán de cuajar las arrugas en la muerte de la piel,
voy a morirme menos viejo, y sin darme cuenta,
porque serán más silenciosas las calles
más calladas las noticias que traigan los pájaros,
sin que me dé cuenta,
ya no recordaré cómo eran los rumores de las noches,
y habré olvidado, porque las tristezas debilitan, cómo muerde el frío,
moriré lejos, más lejos de un pensamiento donde yo pueda caber,
más lejos todavía de esa apenas sonrisa que de tiempo en tiempo sin querer se asoma
adonde el tiempo se arquea, adonde quema la brisa,
porque una gaviota, o un amanecer, o una palabra que ha enmudecido,
aún más lejos, nada más que venirme aquí, dentro, dejar volar la mirada
dejarla irse o quedarse fuera, un saludo al silencio y luego cerrar la puerta





                                               Quintín Alonso Méndez

martes, 5 de agosto de 2014




De   El edén de Salomé

Te nombro y de la noche brotan en lo alto
racimos mágicos de estrellada luz
suspendidos de los párpados que arropan
tus dulces ojos que sueñan y me dan la luz.
Son estrellas, me dicen, pero no saben,
no pueden saber que son pájaros de luz
que me hablan de ti y me traen tu mirada,
frutos de vida que vierten en mis ojos la luz.
Te nombro y de las raíces del día te elevas,
estás en cada partícula, en cada beso de la brisa
eres mi aire, este roce sutil de seda en los labios,
me envuelves, me creces, me atas a tu brisa.
Son gotas de azul, me dicen, pero no saben
no pueden saber que eres tú, que tú eres la brisa
que ocupas inmensa cada átomo de mi tiempo
que me alzas, me envuelves y me besas dentro de la brisa


         
                      (Día de la presentación, del primer vuelo de El edén de Salomé)
 Gracias otra vez, siempre
                                            Quintín Alonso Méndez