sábado, 31 de mayo de 2014




Las horas


Lo que diferencia a una hora de la otra hora
es su abrir o cerrar de ojos
el dilatarse o encogerse de las pupilas
son gatunas las horas
como lo son las hebras de las cortinas
hilos colgantes de telarañas rotas
o como son las grietas de las alfombras
por donde se tiran los desperdicios: los años
y son gatunas las lágrimas que el cristal deja caer
arañadas por los dedos que se aferran al vacío
el tiempo está recogido en el espejo
ahí no mienten las mentiras que no vivieron
tampoco mienten si te dicen que no vendrán
gatuno el espejo, sólo devuelve la llanura de la nada
la insolente certeza de que la vida pasó
de que no se puede ir más lejos que a la muerte
que gatuna avanza por el pasillo sin suelo

desgarrando las ilusas esperanzas que un miedo estranguló


                                                         Quintín Alonso Méndez

miércoles, 28 de mayo de 2014




La ternura a la mesa


No tiene edad este tiempo muerto
que a estas horas se rompe en lluvia y viento
navega la mirada, inmóviles sabios los árboles
que crecen ampliándose por las raíces
por los dedos de las ramas,
un silencio en cada hoja
una vuelta al mundo en cada temblor de su cuerpo
no tiene edad lo que se ha ido lejos
lo que, si vino, fue un desplegar alas
para irse más lejos
a ese lugar donde me dicen
que la luz y la tierra se confunden
con el pan en la mesa y las manos que se abrazan
tiernamente enamoradas
un año no tiene edad
en esta casa que nunca cumplió años
al tiempo

hay una casa que nace


                                                     Quintín Alonso Méndez

lunes, 26 de mayo de 2014



Últimas gotas de lluvia


La tristeza de la lluvia en el mar de la neblina,
por él navega un barco fantasma hecho de hilachas de agua
dos lágrimas que salpican en el rostro
son dos gaviotas que libres vuelan juntas, sajando la niebla
no es frío, sólo es que se estremecen las nostalgias
el cernícalo es el vuelo de la soledad, está atrapado en el aire
hay restos de nidos en la espiral de la ventisca,
gotas de sangre goteando en las rejas de las jaulas
se balancea, campanario muerto, la sombra de la puerta
que cuelga de la horca de los sueños descolgados,
ahí me veo, balanceo de sonriente tiempo macabro
un arco de luna tensa la cuerda

son infinitos los violines de la noche, cada uno es un cuchillo que desangra


                                                    Quintín Alonso Méndez          


sábado, 24 de mayo de 2014



El recuerdo vivo


No estoy porque vengo de donde no he estado,
se depositan pétalos en los olores de la brisa
salitre besándose con la madera húmeda
que se abre en guaidiles, tártagos, tabaibas,
la atmósfera la crea el silencio
que murmura temblores
en la burbuja de un tiempo irreal
con la misma hora,
fuera o tan adentro del tiempo,
sin que lo sepa el tiempo,
un roce que se acerca al anochecer,
viene de donde nunca he estado
y desciende por colinas de seda
con hebras de oro negro resbalando,
se hunde en caderas de agua,
un susurro de aire que cruje
gime la carne del alma,
estalla la luz de la música,
es la piel que se deshace en deseos,
toqué y me hundí en frutas de palabras
que desconocía,
volaron alas desnudas,
me besó el jugo de la vida,
no estoy porque vengo de donde no he estado,
lloran gotas de sangre los recuerdos
pero soy presente
aquí me quedo





                                                   Quintín Alonso Méndez

miércoles, 21 de mayo de 2014



Tu boca


¿Tu boca, esa suave dulzura,
puente invisible a la luz,
arco de dos olas de fuego, tu boca
que sabia mide las alturas de  las palabras,
el vuelo de su música?
¿Tu boca?, de donde parte la risa
en las dos alas que signan el mundo,
la orilla entre la nada y lo inmenso
en los dos labios.
Por sus húmedos arenales
caminaron mis labios
sabiendo que el abismo esperaba
en lo más profundo del océano
o en el vértigo de la caída contra el suelo.
Desde aquí abajo, hundiéndome,
enredado entre las raíces del árbol,
apenas alcanzo a ver restos del naufragio,
cae una hoja, se posa en mi mano, tu boca…




                                                        Quintín Alonso Méndez  

lunes, 19 de mayo de 2014




La otra vida


En alguna parte, un boceto cómico y borroso
de hombre que va pa viejo,
más en las tristezas que en los huesos,
se sienta cada tarde en la silenciosa piedra
a ver pasar el alado soplo de la vida lejana.
Él suelta las palomas de los ojos.
En ese intervalo, ahí, sentado en la piedra,
en la penumbra del sol, y mientras regresan las palomas,
ocurren todas las cosas, la mirada toca los recuerdos,
la lágrima se deja caer y navega sola, el amor se hace materia,
hay una guitarra en cada curva del aire.
Cuando oscurece y las palomas vienen de vuelta,
le traen pedacitos de colores, y hay
brillos extraños en los rincones de la casa.
En alguna parte estará herido ese hombre,
¿de qué guerra venimos, a qué guerra vamos?,
callado regará las plantas
y callado verá venir la noche,
pondrá el mantel sobre la mesa,
dos copas, el vino blanco frío, aceitunas,
pondrá el mar de música de fondo,
tiempo de mareas que siempre regresan,
luego tiempo de acostarse, de poner horizontales
los verticales vacíos, pero no cerrará los ojos,
él también vuela, como las palomas




                                                      Quintín Alonso Méndez


viernes, 16 de mayo de 2014





La Vida


Ella ahora camina descalza
por volúmenes de hierro
sus desnudos pies picotean
como la danza de la gata sobre el vientre
y el hierro, enrojecido por la sed del fuego,
se hunde firme en su desnudez de agua
sonrosada flor carnosa que gime abriendo la tierra
lluviosa y oscura gruta, profunda como la derrota
donde reside la raíz primaria
que voraz apresa la semilla
habitándola

Ella ahora camina descalza,
y desnuda se mira en el espejo,
le brota una sonrisa dulce, la más tierna,
acariciándose húmeda los pechos en leche




                                                         Quintín Alonso Méndez

miércoles, 14 de mayo de 2014



Vísperas


La sombra del árbol
es la fiera derrotada del día,
ahí es débil
desfallece
las fuerzas caen vencidas
en la tumbada yerba,
el aire se ahoga en la boca
soy un pez
en los labios resecos
y me pesa en el rostro
la palidez del frío.
La sombra del árbol
tiene ese sabor a tierra húmeda
que tienen las fosas
recién abiertas.
En lo más alto,
pájaros negros

picotean el sol


                                                    Quintín Alonso Méndez



La presa


Treinta y cinco grados. Vertical el fuego, descendiendo del sol. Es una calma aparente. Metido en la selva de las horas, un tigre acecha agazapado, con todas las fibras del cuerpo y de la mente tensas, como un arco, no duerme desde la tarde en que cayeron las cortinas negras del desvelo, allá, por las palidez extraña del otoño, y no le desvía la atención ni la mariposa de colores que le ronda por la cabeza ni la pequeña culebra que zigzaguea por la yerba, entre sus piernas. La brisa también está detenida, no encarcelada, detenida, sólo el rumor de la marea asoma por entre las verdes rejas de los altos helechos y habla del paso del tiempo, pero es el tiempo impávido, sin ojos, meciéndose en las aguas de sus propios murmullos. En silencio los pájaros, o es un canto que parece lejano, invisible en el aire, viene de árboles que no tienen ramas, de tejados sin tejas, las montañas se cubren el verde rostro con la neblina, que se diluye, no es pereza, son los árboles que se roban los frutos para adentro, y se deshacen, de ahí la apariencia húmeda de la espera, las noches sin días y los días sin noches, sin sueños. Las habitaciones de las horas, vacías, los insectos posados en sus alas tímidas, translúcidas, navega por el desierto del azul una libélula, los verdeados lagartos bajo las piedras, la gente como siempre, a espaldas de la selva, camina sus caminos, escoge los atajos, dibujan sueños, líquidos, verdes, para poder contarlos. Es cuestión de un instante: cimbreará el arco del movimiento célere del salto, el zarpazo. Soy el tigre, soy la presa.