lunes, 24 de junio de 2013





antes de que la madrugada abra los ojos

con la voz de la marea encendida

en rumores de orillas que gimen

y alzan pájaros nocturnos de espuma

antes de que la luz lo oscurezca todo

antes de que tu nombre estalle en mis manos

como frutas de agua

arriba

rasgando las cortinas espesas

del aire

asoma desnudo el instante,

luna azul,

donde escribo tu nombre

y lo pronuncio y lo hago eterno
 
                                                                  Quintín Alonso Méndez


A ese día y esa noche de abril

 

Qué tiene este día, que ya gime nada más nacer

qué tiene

que nació con la luna rota

con cicatrices de heridas en la cara

un día que no tiene pérdida

lleva la dirección marcada en la frente

con un beso de sal

y no es una lágrima lo que le ves en los ojos

es la brisa de isla que se desparrama

en tu piel de leche

en tu alma marina desangrada.

Qué tiene este día, su temblor náufrago,

que palpita y se abraza y te alza

qué tiene este día, amor, que titila desnudo


 
y se refugia en la sombra que anidas

y guareces

 

Esta noche no cabe en el tiempo

está pariendo la vida

ningún temporal, nada,

ni el mayor de los silencios, podrá tocarla.

Esta noche es la eternidad del mundo.

Ha nacido una isla

                           Quintín Alonso Méndez

  

domingo, 16 de junio de 2013





No hay palabras escondidas dentro de mis palabras que te nombran
en las orillas de las veredas de tu cuerpo se anida la serenada
veredas que besa el agua de lluvia, deshojada en pétalos violetas,
la mar entra por la ventana, desparrama las olas por los surcos de estos versos,
ahora duermes, me lo dice la brisa en susurros para no despertarte,
y por tus veredas fluyen navegan las flores del árbol de la isla
que se alimenta de la miel de los besos, desde que nacieron eternos.
No hay palabras escondidas dentro de mis palabras que te nombran
que son escritas y ya imborrables. Son labios y son manos que forjan el abrazo
que inventa el mundo, el verbo
tu nombre, amor

                                           Quintín Alonso Méndez


sábado, 15 de junio de 2013



Tu voz



Tu voz pertenece a los enramados invisibles del agua
 a las curvas canoras de la luz
voz que agita los dedos de la brisa
tendiéndola en sábanas de ternura,
Tu voz pertenece
libre
a las altas cumbres de los sueños
y aquí habita
en mis labios
que gotean versos
que aletean
y caen
niños
en tus manos de flores blancas

                                Quintín Alonso Méndez

viernes, 14 de junio de 2013




mujer de la brisa:

te escribo desde la orilla de la mesa

-un inmenso océano vacío sobre la mesa

al que te acercas en olas –dulcificas el aire-

de vez en cuando-

olas que hacen de tus manos hilos de agua,

que te caen resbalando desde la mirada

y se vierten en la fruta de tus labios

-es cuando sobre la mesa se posa un silencio

que es un rumor de marea inquieta

un ligero temblor de mariposas-

esa fugacidad de lo eterno

que se queda aquí

en la orilla

desde donde te escribo

 

mujer de la brisa:
Quintín Alonso Méndez
 (de Vienes del atardecer, poemario inédito)   

 

 

miércoles, 12 de junio de 2013



(2)    De El eco de las mareas calladas, sin publicar




Nació de un pozo oscuro, secreto. El silencio tiene estas cosas, que no sabe quedarse callado. Antes o después, se desparrama, lava líquida indetenible, silenciosa, por las páginas. No me importa que me abrase los dedos, las manos, las entrañas, que me deje sin cuerpo, ciego por las cuchilladas de lágrimas rojas. Estas páginas van a ser escritas. Porque hay historias que no empiezan a respirar hasta que no son sabidas, y yo quiero que esta historia respire, que se sepa viva para que sea viva, que no se marchiten nunca sus pétalos de rosas rojas, aunque a la otra parte de la distancia resulte ser que el olvido le sea una densa y azul neblina.
                                                                                 Quintín Alonso Méndez
 
 
 
 
                   Así empieza El eco de las mareas calladas, novela aún sin publicar




Para empezar, he de decir, y por ello lo afirmo y lo firmo, que ocurrió. Y puedo decirlo porque las mordeduras que a menudo siento cómo me desgarran, las nadas que me consumen --no hay día sin desgarros ni noche sin asaltos al vacío--, así me lo confirman. Ahora, sobre la tumba, se podrán poner todas las flores que se quiera, eso no vale de nada, y no por nada, sino porque la muerte, es decir, la distancia, sigue ahí, inamovible, silenciosa bajo la tumba. No podría decir que indiferente, cuando se sabe que toda distancia tiene dos extremos, dos puntos de apoyo, y esos dos extremos no dejan ni dejarán de latir, de distinta manera, con distintos latidos a un lado y al otro, según el curso de las estaciones y el discurrir de los años por ese alambre extendido a lo largo del abismo y que el tiempo se encarga de ir minando, oxidando, como se minan las resistencias de las rocas por el arrebato del viento. Detengo la escritura. Toso. El tabaco se ocupa y preocupa de mantenerme viva la tos. Quizás en estos momentos precisos, del que yo ignoro el momento, el lugar, una pequeña sonrisa, tierna, un pájaro azul, ha echado a volar. Esta pequeña historia, para mí intensa, infinita, no dejará de palpitar.      
                                                                       Quintín Alonso Mébdez





 

lunes, 10 de junio de 2013

 
 
Te beso los párpados
 
 
En cada beso, en cada roce de labios,
hay una fiesta de pájaros,
de gaviotas que se reducen a un aleteo de mariposas
sembrando nuestros cuerpos de temblores,
líneas brujas en cada gesto de tus de tus dedos de agua.
En tu voz nacen las olas y es lluvia de salitre
que picotea y lame mi sed infinita de ti.
Cuántas vidas habría de vivir para poder recorrerte
para llegar a beber de una sola lágrima de tu miel.
Lágrima que es semilla, el estallido,
esa hebra umbilical que une a la raíz con la tierra
en la mar

                           Quintín Alonso Méndez
 

sábado, 8 de junio de 2013



La luz es dolorosa
cuando feroz desciende en punta de flecha inflamada
y se hunde en la piel del alma.
Son mordeduras que desgarran
y no hay más motivos que mi vida te ama.
Porque está, más allá y más adentro de las lágrimas,
la luz de tu mirada,
la inmensa luz que ninguna oscuridad sabrá acallarla,
ni siquiera arrancarle la más delgada lámina

                                                         Quintín Alonso Méndez

martes, 4 de junio de 2013




no es fácil escribir el verso
cuando el salitre arde en los ojos.
Te propongo un silencio
a cambio de que lo beses
    En el balanceo de la locura
no van a detenerse las mareas
el grito quiere gritar
desparramarse
verterse en lluvias de gemidos.
    Quiere gritar el grito
ya no le asustan los silencios
aunque duela la distancia más insignificante
aunque duela en el centro mismo de la vida
en el vértigo.
    En el balanceo sublime de la locura
abro las manos, te miro,
dibujo alas para volar a ti,
abro los ojos, aprendo de los pájaros
el verbo abrirse al horizonte, a la mar.
    El grito quiere gritarlo,
alongado a tus labios, libre en la red de tus manos,
que desbroce de miedos la brisa, el aire,
en el balanceo de la locura
el cuerpo y el alma desnudos quieren gritarlo:
mujer, te quiero                                               Quintín Alonso Méndez